lunes, 2 de noviembre de 2009

Bases militares estadounidenses en Colombia: Las heridas en nuestros corazones

Nuestra América se desangra y con ella nos desangramos todos, llora de rabia, y con ella lloramos de rabia también quienes soñamos y anhelamos ver a nuestro pueblo libre del yugo norteamericano
Lorena Aguilar Aguilar

Día negro para la historia de nuestra América Latina, el gobierno asesino y narcoparamilitar de Colombia ha firmado los acuerdos que permiten el inicio de las operaciones de siete bases militares estadounidenses en su territorio. Los lacayos del imperio han enterrado un afilado cuchillo al corazón de esta tierra desangrada por la ambición sin medida del poderoso invasor del norte.

Quienes se dicen ser los representantes del pueblo, sin importarles nada más que el beneficio propio, han permitido que la bota yankee continúe pisoteando la dignidad de nuestra gente. Han abierto un poco más, como desde hace ya mucho tiempo lo vienen haciendo, la puerta al invasor; este ladrón que sin el menor tapujo se ha apropiado de nuestros recursos, ha pasado por encima de nosotros mismos, nos ha humillado, ha explotado a nuestros hermanos, a nuestros hijos.

Bien claro lo dijo el lider de la revolución cubana, Fidel Castro; las siete bases militares son en realidad siete puñales en el corazón de América, en el corazón de nuestros hermanos colombianos, en el corazón de aquellos hombres y mujeres que valerosamente han enfrentado al poderoso del norte y a sus lacayos, y que por esta razón hoy por hoy viven en la clandestinidad y son perseguidos por los perros del imperio, siete puñales que fueron clavados también en nuestros corazones, porque nuestros corazones deben ser uno solo con el de nuestra América Latina.

Hoy nuestra América llora y se indigna, nos reclama y nos grita a la caracomo hemos permitido que el maldito imperio yankee se apropie de nuestras tierras, explote nuestros recursos naturales y los aproveche para su beneficio propio.

Nos reclama porque hemos permitido este infame saqueo, porque solamente unos cuantos han plantado la cara y han resistido con la mayor de las dignidades los embates de este destructor de pueblos.

Hoy debemos hermanarnos con el pueblo colombiano cuyo presidente, ese perro faldero de los yankees llamado Álvaro Uribe, ha dejado a merced de la ambición de un imperio rapaz.

Nuestra América se desangra y con ella nos desangramos todos, llora de rabia, y con ella lloramos de rabia también quienes soñamos y anhelamos ver a nuestro pueblo libre del yugo norteamericano, tal como la soñaron Martí y Bolivar y El Ché y demás heroes que hoy permaneces en el anonimato, pero que fueron capaces de derramar hasta su propia sangre por ver cumplido el sueño de libertad, de igualdad y de justicia social para todos los pueblos latinoamericanos. Es por ellos que debemos mantener el puño en alto y tenemos la obligación de continuar luchando por ver cumplido sus anhelos, que también deben ser los nuestros…

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