Pablo Moctezuma Barragán
El pueblo de Iztapalapa respaldó y llevó a la delegación a Clara Brugada. Sin embargo “Juanito” respaldado por el PAN y su militante Alejandra Núñez – a quien nombro Directora de Jurídico y Gobierno, pisotea la voluntad popular. Y esta empeñado en aferrarse a un puesto que no le corresponde.
Los medios de comunicación (que por lo general desinforman) ocultan el fondo del problema. Fue el Tribunal Federal Electoral (TRIFE) el que de manera perversa la quitó la candidatura a Clara y ahí comenzó el problema. La Constitución nos da el derecho a todos los mexicanos a votar y ser votados. Clara tenía derecho a ser candidata, es indudable que era la principal opción en Iztapalapa, pero la ley electoral, el IFE y el TRIFE se lo impidieron. ¡No hay derecho! Ahí comienza el problema. Para que haya una elección democrática tiene que comenzarse por una selección democrática de los candidatos y la posibilidad de que los electores puedan contar con sus propios candidatos.
Al cerrar el TRIFE cualquier otra salida, se optó por apoyar a Rafael Acosta alias “Juanito” quien formalmente se comprometió públicamente (hasta lo juró) a servir como medio para la realización de la voluntad popular y lograr que Clara Brugada, fuera la delegada. ¡La victoria de Iztapalapa el 5 de julio fue una gran hazaña!
Pero otra vez, el problema de fondo es que en la actual ley, los candidatos no tienen un mandato. Una vez en el poder hacen lo que quieren, no lo que los electores les indicaron. Así los candidatos del PRI y el PAN dijeron que no iban a subir los impuestos y es lo primero que hicieron, Calderón dijo de candidato que iba a promover el y hoy despide a 44,000 electricistas y tiene a 3 millones en el desempleo. Y Juanito, esta haciendo lo que le da la gana, actuando a capricho. La lección principal y la conclusión necesaria es que en México hace falta la renovación democrática y que los electores puedan proponer libremente a sus candidatos y para que estos –una vez electos- sean fieles a sus compromisos de campaña y de lo contrario es necesario un mecanismo para que los electores los destituyan, revocándoles el mandato. Mientras tanto –y el caso “Juanito” lo prueba – en México no hay sino un remedo de democracia.
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