lunes, 27 de julio de 2009

Presentación del libro: La batalla por el petróleo y el gas en América Latina

*En el libro “La batalla por el petróleo y el gas en América Latina” se analizan las experiencias de Bolivia, Perú, Brasil y México. Sus autores explican las modalidades históricas que cada una ha revestido.

*La historia de América Latina es la epopeya de la defensa de sus recursos energéticos amenazados permanentemente por las grandes potencias, pero también por la corrupción.

Fecha: Lunes 27 de julio de 2009 Hora: 17:00 horas Lugar: En el Lunario del Auditorio Nacional, ubicado en Paseo de la Reforma No. 50, Col. Bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México

Informes: cuauhtemocvelasco@yahoo.com.mx]

Participa: Cuauhtémoc Velasco Oliva

Convoca: Palacio Legislativo de San Lázaro (H. Cámara de Diputados LX Legislatura) _________________________________________

Este documento es el Prologo del Libro "La batalla por el petróleo y el gas en América Latina" publicado en México el pasado 30 de junio, con aportes de Cuauhtemoc Velasco Oliva de México, Fernando Leite Siqueira de Brasil, Manuel Dammert Egoaguirre de Perú y Eduardo Paz Rada de Bolivia.

I
Uno de los más perniciosos efectos producidos por la ideología de la globalización que, a lo largo de los últimos veinte años –sobre todo a partir de la caída de la Unión Soviética-, se ha venido a convertir en la ideología dominante, es aquél que podemos denominar como el efecto nebulosa. Un efecto que, como una nube gris y opaca, oscurece los términos y las relaciones dialécticas objetivas, las contradicciones en definitiva, en función de los cuales opera el despliegue efectivo de la historia. Y el drama de la cuestión estriba en el hecho de que, si se borran los términos y las relaciones de la historia, lo que queda borrada con ellos no es otra cosa que la historia misma.
En efecto, términos políticos como los de nación política, imperio o clase, y relaciones políticas como las de guerra, revolución, soberanía, nacionalismo o lucha de clases, quedan oscurecidos por esa nebulosa en donde, se nos dice, las fronteras y las clases, pongamos por caso, han quedado borradas por procesos de interdependencia e interconexión, sobre todo en el terreno económico, en los que los individuos, se nos seguirá diciendo, quedan inmersos en un estrato nuevo de “relaciones globales”, en una “aldea global” en la que carece ya de sentido que ese individuo en cuestión siga considerándose como ciudadano mexicano, como trabajador boliviano, como asalariado peruano o como campesino brasileño: todas esas cosas son excesivamente ideológicas, insistirán… y es que “la ideología es algo tan del pasado”, dijo recientemente una figura política de renombre internacional.
Todos estos individuos, según esta perspectiva nueva, habrán de optar mejor por considerarse como consumidores que piden calidad de vida y mejores servicios, como la gasolina, el diesel, el agua o la electricidad, pongamos por caso, bien sea que provengan estos servicios del gobierno nacional o local de referencia y bajo la rúbrica de derechos constitucionales, bien sea que esos servicios provengan de alguna empresa privada, sea nacional o internacional y bajo los auspicios del “mecanismo virtuoso” del libre mercado. Lo mismo da en un caso que en otro, pues lo que hemos de tener presente es que todos somos ya individuos que vivimos en un mundo global en donde ya no importa ni el pasado ni la historia, sino el bienestar presente y, sobre todo, el futuro.
Pero el riesgo mayor que detrás de todo esto se esconde; el riesgo latente que se cierne sobre un pueblo o una nación cuando se pierden de vista las contradicciones objetivas de la historia, de su historia, es que en esa nebulosa se pierda el rumbo por completo y que, quien en una situación como ésta se encuentre, quede a merced de fuerzas objetivas respecto de las que ya nada le quede por hacer más que, dócil, agachar la cabeza o mirar para otro lado.
II

Pues bien, es contra esta nebulosa ideológica de la globalización, y contra ese riesgo dramático de perder el rumbo político e histórico, que el libro que el lector tiene en sus manos, y a la redacción de cuyo prólogo he sido honrosamente encomendado, se presenta como testimonio de los términos (nación política, petróleo) y las relaciones políticas (soberanía, nacionalismo, revolución, guerra, resistencia) que, en efecto, determinan la dialéctica histórica de cuatro naciones hermanas en su fase contemporánea de configuración: Bolivia, Brasil, México y Perú.

En efecto, La Batalla por el Petróleo en América Latina reúne testimonios que, en su trabazón interna, nos ofrecen un cuadro histórico ejemplar en donde nos es dado apreciar la sorprendente convergencia de circunstancias, de dispositivos ideológicos y de necesidades históricas, políticas y, claro, económicas, a la luz de la cual queda iluminado el pivote geoestratégico sobre el que gravita el proceso general de constitución y consolidación de cuatro repúblicas americanas como naciones políticas independientes y soberanas en el siglo XX: el petróleo en tanto que recurso estratégico fundamental y punto de apoyo del nacionalismo político.
Desde la primera nacionalización petrolera de América Latina, que fue la de Bolivia en 1937 y que brota como resultado de una guerra (la Guerra del Chaco, 1932-1936) en la que, con la instrumentalización de compañías petroleras extranjeras –la Royal Dutch Shell y la Standard Oil- hubieron de enfrentarse Bolivia y Paraguay, hasta las últimas medidas tomadas en ese mismo país por su presidente Evo Morales, pasando por la expropiación mexicana del 38 y la organización, setenta años después, del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y las nacionalizaciones en Perú y Brasil, el petróleo ha venido a convertirse de manera singular en el vector geoestratégico en torno del que las estructuras políticas, sociales, económicas e ideológicas de estos países han quedado afianzadas en un armazón nacional de continuidad histórica. Si durante el siglo XIX las naciones políticas hispano-americanas se recortaron y perfilaron como naciones independientes y soberanas; en el siglo XX, con la expansión industrial, la aparición de los hidrocarburos, la configuración del imperialismo mundial y las grandes conflagraciones bélicas, estas naciones encararon procesos de consolidación y reforzamiento interno de sus estructuras para llegar al siglo XXI como naciones políticas que, en mayor o menor grado, con mayor o menor éxito, encaran la escena internacional.
En el XIX, al fragor de la dialéctica de estados como motor fundamental, el pueblo participó en su propia constitución como nación política a través de los ejércitos nacionales; en el XX, al fragor de la dialéctica de clases como motor fundamental, lo hicieron también a través de las grandes centrales obreras, de los partidos de masas y de clase y de los movimientos populares. En ambos casos el pueblo pasó a convertirse en un componente esencial de la nación política: ninguna de las expropiaciones, de las guerras o de los movimientos de resistencia social que en este libro se relatan, ninguna de ellas puede entenderse al margen de esa participación popular, de esa aparición y protagonismo de las masas (obreras, campesinas, populares, sociales) en la historia.
Y precisamente porque no estamos dispuestos a permitir que el efecto nebulosa de la ideología de la globalización nos obnubile –tal es el propósito de este libro-, sabemos muy bien que, lejos de haber entrado en un proceso genérico y amorfo de interconexión e interdependencia armonioso y libre, el motor de la historia del presente, si bien es ahora más complejo, no deja de tener como ejes centrales de su estructura a la dialéctica de Estados (prefigurada en el siglo XIX en su sentido contemporáneo) y la dialéctica de clases (consolidada fundamentalmente entre fines del XIX y principios del siglo XX).
Esta doble tensión es la que define el contexto general en el que quedan inscritos, cobrando así su más cabal significación histórica, los procesos más recientes de nacionalizaciones y de resistencia política contra las privatizaciones de hidrocarburos y energéticos en general (particularmente en México y Bolivia, pero también en Perú, Brasil y Venezuela).
Sólo desde una perspectiva como la del “Fin de la Historia” (recordemos todos los trabajos del ideólogo del departamento de Estado norteamericano Francis Fukuyama) es acaso posible interpretar los acontecimientos mundiales del presente como la expresión de un proceso global y progresivo respecto del que sólo los ideólogos trasnochados (los nacionalistas, precisamente) se atreven a criticar por cuanto a la pobreza, el desequilibrio económico y la desigualdad que sigue aún privando en países como los que conforman el bloque latinoamericano. Pero no es esa nuestra perspectiva, tal y como puede apreciarse en los trabajos del diputado Cuauhtémoc Velasco (México), el maestro Eduardo Paz Rada (Bolivia), el maestro Manuel Dammert Ego Aguirre (Perú) y el ingeniero Fernando Leite Siqueira (Brasil) que en este libro se compendian. Cada uno de ellos, junto con las organizaciones a las que pertenecen y al lado de millones de ciudadanos americanos que recorren el continente entero, son muestra patente de que, lejos de que la historia haya llegado a su fin, sigue por el contrario un curso tenaz y persistente; y que lejos de haber entrado ya en un proceso global de interrelaciones armoniosas al que le llaman globalización, asistimos a una crisis estructural del sistema capitalista entero que debe ser esclarecida llamando a las cosas por su nombre.
La defensa soberana del petróleo y los recursos naturales estratégicos, seguirán siendo pivotes de desarrollo y de fortaleza política. He aquí cuatro testimonios ejemplares de ello en los que, con agrado y corresponsabilidad histórica, con templanza y orgullo, puedo considerarme reflejado.
Y no estará nunca de más recordar, para concluir al hacerlo este comentario introductorio, y presentándola como dispositivo maestro para la lectura global de este libro, aquélla tesis central con la que el argentino Jorge Abelardo Ramos -político nacionalista, polémico latinoamericanista y heterodoxo marxista- señalaba la persistencia de la necesidad de seguir tensando el arco bolivariano, cuando decía que la clave de todo nuestro drama habría sido que venimos a ser argentinos, venezolanos, bolivianos o mexicanos pero porque fracasamos en ser americanos, y que no es que no nos hayamos unido los latinoamericanos todos porque hubiéramos acaso sido subdesarrollados, sino que hemos sido subdesarrollados porque, en realidad, no hemos logrado unirnos.

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