martes, 15 de marzo de 2011

La perspectiva de las izquierdas en el 2012/I y II Octavio Rodríguez Araujo

La perspectiva de las izquierdas en el 2012/I y II Octavio Rodríguez Araujo

La perspectiva de las izquierdas en el 2012/I

Octavio Rodríguez Araujo

En términos sencillos, más o menos aceptados por especialistas autorizados, izquierda y derecha son conceptos relativos y cada uno de ellos hace referencia al otro, especialmente el primero, puesto que la esencia de la derecha, para decirlo con Kolakowski, es la afirmación de las condiciones existentes –un hecho y no una utopía–, cuando no el deseo de volver a un estado que ya fue realizado, a un hecho ya cumplido. De aquí que a las derechas las llamemos conservadoras, cuando no reaccionarias, y a las izquierdas progresistas, en el sentido de luchar por mejorar las condiciones de vida de la sociedad mayoritaria y disminuir la brecha entre quienes tienen y los que no tienen nada o casi nada. La izquierda tiende al igualitarismo no sólo en el orden jurídico sino en lo social y lo político.

No merece llamarse de izquierda quien no hace nada por disminuir la injusticia social ni por distribuir la riqueza, entre países, y dentro de un país, entre su población. Cualquier persona o partido que con sus actos, más que sus declaraciones, afirme las condiciones existentes, no es de izquierda. El centro, me adelanto a decirlo, significa un no compromiso, una ambigüedad que, aunque sea por omisión, tiende a afirmar las condiciones existentes en un universo dado. Es, pues, de derecha, aunque no se reconozca como tal. De aquí que ahora se hable de centro izquierda y de centro derecha, conceptos que no significan otra cosa que cercanía a la izquierda o a la derecha. Por cercanía entiendo precisamente un no compromiso directo y explícito con las posiciones de izquierda o de derecha, o sea ambigüedad, como ya lo he dicho.

Durante más de 100 años la izquierda fue identificada con el socialismo, con una corriente ideológica de la sociedad que luchaba por el socialismo. En la actualidad, debe decirse, la izquierda no es sólo la que aspira al socialismo. El derrumbe de los países mal llamados socialistas ha hecho que el concepto sea cuestionado o que se trate de redefinirlo, en principio por lo que no debió ser en la Unión Soviética y sus satélites. Habrá que pensar en otra cosa sin que por ello se abandonen las ideas fundamentales que hicieron del socialismo un objetivo a alcanzar. Esas ideas son vigentes, sobre todo porque son las que proponen un mundo alternativo al capitalista, un mundo mejor del que vivimos.

Los partidos políticos no siempre fueron como son ahora. Al principio eran corrientes de interés parlamentario o clases sociales más o menos específicas. En esos antiguos casos los partidos no contaban con una estructura organizacional. Para finales del siglo XIX comenzaron a tener una organización, dirigentes e ideología. Ésta diferenciaba a unos de otros, por ejemplo, conservadores y progresistas, de izquierda y de derecha, proletarios y burgueses, reformistas y revolucionarios. Durante décadas, como ya hemos dicho, los partidos de izquierda eran o se decían socialistas; los más radicales, especialmente a partir del triunfo de la revolución rusa, comunistas. Una parte de la población se afiliaba o votaba por éstos, otra por los partidos conservadores. Las ideas socialistas, en sus diversas interpretaciones incluso estratégicas, eran vistas hasta hace poco como propias de la izquierda. Hoy esta percepción ha cambiado, pero nunca tanto como para pensar que no hay diferencias entre las izquierdas y las derechas.

En México, particularmente en los tiempos en que las izquierdas se distinguían por su lucha por el socialismo, las izquierdas fueron más o menos marginales y, por lo mismo, de reducido tamaño. Incluso cuando un partido de izquierda obtenía 400 mil o 900 mil votos, en un país de 90 millones de habitantes, se consideraba una gran victoria, pese a que esos sufragios no llegaban a 10 por ciento de la votación total. En Europa esta realidad de marginación, que no era exclusiva de México, llevó a los partidos comunistas, por ejemplo, a adoptar las posiciones de la socialdemocracia, menos radical en sus planteamientos y no necesariamente anticapitalista, para intentar competir electoralmente con los partidos del establishment, es decir con los partidos que afirmaban en sus declaraciones y en los hechos la conservación de lo existente. No lo lograron. El reformismo y el gradualismo de los partidos socialdemócratas fue el que mejor competía con la derecha, a veces dividiéndose casi por mitades el voto popular.

Muy pronto se descubrió, aunque no se reconociera al principio, que cuando un partido de izquierda se corre al centro gana más votos que si mantiene posiciones más o menos extremistas o en defensa de una clase social en particular. A pesar de que la mayoría de la población en cualquier país del mundo está compuesta por trabajadores del campo y la ciudad, un partido que se autodenominara explícitamente de los trabajadores o de la burguesía corría el riesgo de perder competitividad electoral, de quedarse marginado. La reforma electoral de 1977 en México facilitó la conversión de partidos marginales en partidos electorales, y con este simple hecho sus ideologías y sus programas se corrieron hacia posiciones menos izquierdistas y más cercanas al centro político. La idea era ganar votos, hacerse competitivos. El surgimiento del Partido de la Revolución Democrática debe verse en esta lógica: nació como un partido para competir por el poder por la vía electoral, y todo partido que quiera aumentar sus probabilidades de triunfo tiene que correrse al centro, pues de no hacerlo puede perder el voto de millones de personas que en muchos aspectos son conservadoras o, si se prefiere, que tienen temor a los cambios.

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La perspectiva de las izquierdas en el 2012/II y última

Octavio Rodríguez Araujo

Lo que diferenció al PRD de los partidos de derecha y de centro derecha no fue que el primero fuera socialista o algo semejante, sino que estaba en contra de la forma de acumulación dominante conocida ideológicamente como neoliberalismo. El neoliberalismo, permítaseme recordarlo, es un liberalismo más crudo, basado en la prescindibilidad de personas, grupos sociales y hasta países completos, si así conviene a quienes dominan la economía mundial. Para el neoliberalismo no hay más intereses válidos que los del mercado y, más que todo, de sus dueños, y de sus representantes en los gobiernos de cada país, razón por la cual a muchos gobernantes se les ha llamado gerentes, ya que son los que administran un país para favorecer los grandes intereses económicos. El PRD, desde que fue Frente Democrático Nacional en 1987 y 1988, surgió ciertamente en contra de las políticas neoliberales que entonces administraba el Partido Revolucionario Institucional, y ahora el Partido Acción Nacional, desde la Presidencia de la República.

De manera semejante a la socialdemocracia, el PRD no es anticapitalista pero sí partidario (formalmente, es decir, en sus documentos) de políticas distributivas y sociales que puedan disminuir el número de pobres y miserables y también las enormes desigualdades de ingreso en el país. De otra manera dicha, los principios del PRD y de sus aliados electorales tradicionales son de izquierda o, si se prefiere, de centro izquierda, porque plantean una cierta tendencia al igualitarismo sin combatir al capitalismo ni su esencia como sistema económico y social.

Dije aliados tradicionales del PRD, porque recientemente sus dirigentes han llevado su organización a alianzas que no tienen nada que ver con las tradiciones de las izquierdas, ni siquiera en Europa. Se me dirá que las izquierdas francesas apoyaron en 2002 al derechista Chirac para evitar que en la segunda vuelta ganara el fascista Frente Nacional. Es correcto, pero en muy pocos países la extrema derecha, después de la experiencia alemana de los años 30, ha tenido posibilidad de tomar el poder por vía electoral. El caso francés de 2002 fue excepcional y no se parece, en ningún sentido, a lo que está viviendo México hacia el 2012. Aquí la extrema derecha está en el PAN más que en el PRI y, sin embargo, hay algunos perredistas que prefieren aliarse con el PAN que con el PRI, para evitar, según ellos, que este partido triunfe el año entrante.

Durmiendo con el enemigo se llamó una película de 1991 con Julia Roberts. Así están muchos perredistas con sus dirigentes actuales. Cuando se despierten, si nada cambia, corren el riesgo de ver a los panistas como sus amigos y casi correligionarios, si no en la cama, porque sus dirigentes y otros que dirigen sin ser dirigentes formales decidieron que no importan los principios ni las alianzas sino derrotar al PRI. Algo verán que yo no veo. Para mí el PAN y el PRI son de derecha porque con sus propuestas y acciones han estado afirmando las condiciones existentes, que es característica de los conservadores. El papel del PRD, de las izquierdas en general e incluso del centro izquierda es combatir lo que han venido haciendo priístas y panistas desde el gobierno y luchar por un México con menos pobreza, con menos desigualdades, con más justicia social. Si las izquierdas actuales no se diferencian de las derechas, ¿para qué existen y quién les creerá que son de izquierda?

Surge entonces la pregunta: ¿por qué se mantienen como partidos supuestamente diferenciados aunque sean lo mismo? Por una sencilla razón: porque así el financiamiento público se reparte según el porcentaje de votos que cada partido obtenga, aliado con otros o solo y, además, porque de este modo pueden lograr cargos de elección en municipios, estados, diputaciones y senadurías. En otros términos, los partidos, instituciones públicas por definición, se han convertido en negocios privados de sus dirigentes para ocupar cargos públicos de manera patrimonialista.

Esto debe cambiar. Si esto no cambia, haga lo que haga el PRD en el futuro inmediato no ganará la Presidencia de la República y después del 2012 desaparecerá. Mejor sería que se refundara ahora o que surgiera otro partido con una mayor y más clara definición. De no ocurrir lo anterior, muy pronto nos pareceremos a Estados Unidos, pero sólo en una cosa: las muy pocas diferencias, si alguna, entre los republicanos y los demócratas, y la subordinación de ambos partidos al gran capital de ese país.

Sólo un partido de izquierda sólido, creíble, arraigado en el pueblo y reconocido por éste, puede evitar que en cuestión de partidos nos parezcamos a Estados Unidos, país donde las izquierdas son absolutamente marginales.

* Ponencia presentada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, el 28 de febrero de 2011, durante la mesa redonda La izquierda y el 2012

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