Pedro Echeverría V.
1. El rector de la UNAM, José Narro, rechazó una vez más, que la máxima casa de estudios tome parte en la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) y en la prueba Enlace, aplicadas por la Secretaría de Educación Pública. Cuestionó que la RIEMS intente homologar el bachillerato nacional, y sobre la prueba Enlace, dijo que más allá de ser un diagnóstico para impulsar el avance académico, esa evaluación se usa para calificar, comparar y señalar a los estudiantes sin tomar en cuenta el entorno socioeconómico en que viven. “Los resultados no son comparables: un estudiante de una institución privada, que llega a su escuela en automóvil, bien desayunado, y que cuando regresa a casa come bien y cuenta con todas las herramientas (para hacer su tarea), como biblioteca, cómputo e información, no es comparable con un alumno de una preparatoria rural.
2. El rector, al hablar de las extremas desigualdades económicas y sociales de los estudiantes y de los centros educativos, toca el punto central del problema de la educación en México, mismo que los gobiernos y empresarios han querido esconder o desvirtuar con los argumentos más falaces. ¿Cómo desarrollar una buena educación en el país si el 70 por ciento de la población vive en la pobreza económica y de ésta el 40 por ciento vive en la miseria? ¿Cómo obtener buenos niveles educativos en amplios sectores populares, marginales, en poblaciones donde estudiantes, escuelas y padres de familia se encuentran en medio del desempleo, la pobreza y el abandono? México apenas alcanza un nivel de seis años de estudio promedio contando a los privilegiados que obtienen licenciaturas y postrados y a los que apenas alcanzan un año o dos de escolaridad.
3. Los pocos analistas en educación –Pablo Latapí en primer lugar- han subrayado los principales problemas educativos del país, pero los diferentes gobiernos priístas y panistas –aunque fueran aconsejados- jamás hicieron caso, nunca entendieron el problema o de plano sólo se burlaron de lo que se les recomendaba. Latapi trabajó siempre con datos económicos y estadísticos y demostró, por lo menos desde la década de los años setenta, es decir, durante 40 años, los problemas que las autoridades educativas debían tomar en cuenta: problemas de presupuesto, de matrícula, de capacitación de autoridades y profesores, de relaciones sindicales, pero sobre todo de la situación económica de las familias de los educandos. A las autoridades les importó un bledo estos análisis porque para ellos la educación siempre fue un asunto de política de partido y electoral.
4. Por ese motivo no nos debe extrañar que nuestro país, en casi todos los renglones educativos, se encuentre en los últimos lugares en el mundo en cuanto a calidad, presupuesto, matrículas, investigación, etcétera. Se destinan muchos millones de pesos a la educación en México pero son cantidades muy inferiores a los porcentajes que invierten otros países desde hace muchas décadas. Además de esa enorme deficiencia en atención a la educación, se silencian las condiciones de pobreza en que vive la mayoría de la población. Esa realidad la hemos denunciado durante décadas analistas, periodistas, sindicalistas y luchadores sociales. Y lo más grave es que la educación en lugar de mejorar empeora en calidad y cantidad porque ningún gobierno se preocupa aunque fuera un ápice por ella. Todas las autoridades son ignorantes de la problemática y políticas.
5. Ante esa grave desigualdad, ¿cómo puede demostrarse que la educación sirve para igualar a las personas cuando en realidad profundiza más las diferencias de clase social? En tanto las clases minoritarias (clases altas y medias altas) pueden pagar cuotas escolares altas en los mejores colegios privados para que sus “hijitos” bien alimentados cursen 25 años en las escuelas, el 70 por ciento de la población –con enormes dificultades- apenas puede mandar a sus hijos dos o tres años a la escuela mientras cumple los 7 años de edad para que empiece a “ayudar en la casa”. En tanto los “hijos de papi” cuentan con todo tipo de apoyo familiar y económico, los hijos de los desempleados y explotados –al ser parte de hogares que sufren a diario la pobreza- piensan sólo en que tienen que obtener ingresos para tener derechos en el hogar. ¿De que igualdad puede hablarse?
6. Los programas de becas sólo son un engaño con los que tratan de tapar las inmensas desigualdades económicas y sociales, pues nunca podrán cubrir las gigantescas necesidades que tienen los estudiantes en todos los niveles de la educación pública nacional. ¿Por qué el 99 por ciento de los políticos, los empresarios y las clases medias altas tienen a sus hijos en escuelas privadas despreciando la educación pública que durante casi un siglo ha sido el alma de la educación de México? Hasta hace 40 años los políticos defendían la escuela pública y como profesionistas egresaban de ella; de la misma manera en que se alejaban públicamente del sector empresarial y la de iglesia católica. Hoy egresar de la escuela pública en México parece vergonzoso porque la educación privada da más categoría, así como ser de la clase empresarial y clerical. El Estado laico y popular desapareció.
7. Los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN, sobre todo a partir de 1982, han preferido dejar sin escuela pública –en todos los niveles- a millones de pobres en edad de estudiar y, al mismo tiempo, han abierto escuelas técnicas para capacitación de mano de obra barata para la industria con el fin de acomodar a aquellos que se han visto obligados a abandonar sus estudios y puedan continuar. Por eso el rector de la UNAM, al no aceptar la homologación del bachillerato y a la implantación de la llamada prueba de Enlace, tiene razón al argumentar la enorme desigualdad económica y social de los estudiantes mexicanos. La educación en México, como en todos los países, sólo podrá ser de mayor calidad y justa cuando la mayoría de la población cuente con las condiciones para desarrollarse. El asunto de la educación es un problema social no de unos cuantos premiados.
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