Armando Rendón Corona[1]
Rendición de cuentas
El Comité Civil se constituyó por ciudadanos y proclamó su objetivo ante la sociedad, llamó a los ciudadanos a pronunciarse si continuaba o no el gobierno de Calderón. No contrajo obligación alguna con las instituciones del Estado ni con partidos políticos. Su único deber es informar a los ciudadanos del resultado de la consulta realizada por iniciativa ciudadana. Es el último momento en que los organizadores y participantes cumplen con su responsabilidad fundamental ante los electores.
La víspera de la votación se lanzó un mensaje en el que, a falta de los rigores institucionales para los comicios nacidos de la reiterada defraudación que comete la clase política, se confiaba plenamente en la honestidad de los ciudadanos, incluidos los promotores. La ciudadanía está cansada del engaño y el fraude, por eso los promotores de la consulta tienen que ser los primeros en dar prueba de verdad, honestidad y lealtad a la causa democrática.
Es un asunto de lo más serio porque la confianza es un valor que determina si los ciudadanos acudirán o no a una convocatoria; la confianza se gana dificultosamente en la práctica, pero se puede perder en un instante, lo impediría el desarrollo de la acción colectiva futura. Es del todo posible acrecentar la confianza manteniendo los valores de autenticidad mencionados, pero también mediante un trabajo organizativo horizontal, la relación entre iguales, el pluralismo, poniendo por encima de todo el interés general sobre los propósitos particulares.
El informe de la campaña da cuenta de lo que pudimos hacer gracias al esfuerzo de numerosos ciudadanos, casi todos voluntarios, con las modestas aportaciones que se consiguieron con el lema "un peso para que se vaya Calderón". El número de participantes es una demostración de fuerza civil, nos da una identidad como demócratas que en adelante con más aplomo puede trazarse metas más grandes. También el balance nos aclara nuestras insuficiencias, cómo y dónde pudimos difundir, cómo podemos mejorar las posibilidades de continuidad de la acción colectiva.
Triunfo abrumador porque Sí se vaya Calderón
La finalidad de la consulta al pueblo es conocer el sentido de la voluntad mayoritaria, resultado que debe entregarse a la propia sociedad, haya o no votado. Por lo tanto el Comité Civil con todos sus participantes tiene dos últimos deberes que cumplir.
1. Una labor intensiva de información de los resultados a la sociedad en todo el país, especialmente en los lugares donde se recogieron los votos.
2. Producir una convicción en la opinión pública nacional que se deriva de la voluntad mayoritaria expresada en las urnas, para lo cual la divulgación y el debate deben ser persistentes hasta que quede grabada en la conciencia nacional Tenemos que hacer patente la voluntad mayoritaria ante la clase dominante y la élite del poder político. En este momento culminante se plantea inevitablemente la consecuencia de que debemos seguir luchando para que se acate la voluntad general.
Es de suponer que los adversarios reaccionarán con virulencia y se propondrán desacreditar el proceso de consulta, dirán que sólo una pequeña parte del pueblo votó, que no importa porque no es legal o cualquier otra cosa, pero los votantes deben confiar en que son representativos de la opinión mayoritaria nacional que en 95% expresó su voluntad de que vaya Calderón, y ese hecho es el que ha de hacerse patente en la conciencia nacional.
La consulta muestra de manera contundente que el gobierno carece de legitimidad para gobernar porque la abrumadora mayoría lo repudia, por lo que sus políticas y decisiones contrarias al interés nacional son carentes de validez. Por consiguiente, quedan justificadas las soluciones que el movimiento democratizador emprenda recurriendo simultáneamente a la desobediencia y la resistencia civiles y al programa constructivo de regeneración de la vida nacional.
Esta experiencia de consulta al pueblo nos plantea un problema a resolver sobre el que divergen opiniones expresadas por muchos durante la campaña: ¿debemos reclamar a los legisladores nacionales y estatales el derecho pleno a que el pueblo sea consultado mediante el plebiscito, el referéndum, el referendo revocatorio y la iniciativa popular de ley? O bien ¿esta reivindicación la debemos presentar únicamente ante el pueblo para que se integre en su programa de lucha hacia una asamblea constituyente que elabore una nueva Constitución Política? Tal vez ambas cosas puedan combinarse sin alterar la autonomía de la acción ciudadana frente al Estado.
Termina una etapa y comienza otra
El comité Civil se constituyó y tomó acuerdos en tres asambleas nacionales y reuniones semanales de los comités. Esta campaña ciudadana tuvo como finalidad la consulta revocatoria, no había otra misión, en consecuencia una vez que el informe final haya sido ampliamente difundido, tendrá que convocarse a una asamblea nacional, lo más amplia posible para declarar cumplida su misión y disolverse.
Su último llamado debe ser a abrir un periodo de reflexión a los ciudadanos militantes, a los dispersos y a los organizados, a los que su escepticismo los mantuvo apartados y a los que no se enteraron. El nuevo llamado es a decidir si están dispuestos a emprender nuevas campañas que unan al pueblo y lo convoquen a luchar por objetivos de interés general para salvar a la nación del desastre que nos ha causado la clase dominante.
La respuesta a la pregunta ¿qué sigue? está nuevamente en manos del movimiento popular.
El esfuerzo realizado ha seguido el método de campaña cuyos rasgos distintivos son la acción colectiva en pos de un objetivo preciso. Se ha probado que el método de campañas tiene muchas virtudes, sobre todo la de alentar la unión de las diversas resistencias y las diversas aspiraciones de los ciudadanos en un propósito común. La campaña es una forma de movilización contra injusticias concretas que simbólicamente representan el rechazo a un régimen de opresión y explotación.
Se entiende que una campaña no puede asumir todo el programa o programas de los movimientos y organizaciones participantes, porque esa es la función de los grandes frentes populares como el Congreso Social. La campaña en cambio adopta blancos específicos, aspectos condensados de tal programa, con la pretensión de convocar a todos los sectores populares posibles estén o no organizados.
El método de campañas es un tipo de acción colectiva flexible porque puede dirigirse sucesivamente a contender en temas distintos. Cada objetivo seleccionado demanda formas de lucha propias, en la consulta al pueblo las acciones giran en torno al voto, pero en una campaña contra el capital financiero pueden ser los piquetes y manifestaciones contra su forma más visible que son los bancos; el boicot puede ser una forma de lucha adecuada contra los perjuicios que causan determinadas empresas, etcétera.
Cada campaña busca atraer a la ciudadanía en general y también a sectores sociales específicos, como puede ser la población rural, o los desempleados, o los jóvenes, los trabajadores informales, los pueblos originarios o cualquier otro sector social que importe incorporar a la lucha.
La campaña permite readaptar cada vez la composición de los participantes y esa dinámica expansiva facilita aproximarse a esferas cada vez más amplias de la sociedad.
Por la misma razón que el método de campañas no está hecho para asumir un programa exhaustivo de demandas, tampoco se adapta a una forma de organización estable y siempre con los mismos adherentes. Si se convierte en aparato va camino al aislamiento y al fracaso.
De ahí la conveniencia de disolver el Comité Civil por la revocación de Calderón, para evitar tendencias que le hagan perder fuerza al movimiento de resistencia y que acaben por disolverlo. Hay suficientes experiencias de que un movimiento que ya agotó su misión sea mantenido artificialmente por militantes nostálgicos que no han sabido encontrar nuevos cauces de desarrollo. Mantener un membrete que va agotando su contenido, sus militantes y su influencia es un propósito inútil. Reducir la fuerza social acumulada a una representación burocratizada podría servir a algunos para ostentar una representación que les dé beneficios políticos particulares, pero con ello se pierde el sentido de la movilización constante y general. Por la misma razón, al reducir la conducción a una sola organización o unas cuantas de ellas se produce un aislamiento de un conjunto más amplio que no tiene motivos para someterse a un mando preestablecido.
Por esas razones resulta natural que cada campaña busque las formas adecuadas a sus fines, lo que dibuja una organización dinámica, capaz de renovarse y actualizarse cada vez.
Una campaña masiva supone poner en acción concertada muchas voluntades, no opera sobre una base de subordinados, ni de acarreados, ni clientelas ni de grupos corporativos. El primer supuesto es la asociación de elementos libres que secundan voluntaria y responsablemente una causa. Por eso el único procedimiento que asegura la unidad en la diversidad es el acuerdo por consenso, lo que es una forma completamente opuesta a la imposición de un grupo sobre otros; el voluntarismo de los dirigentes sólo puede producir conflictos y vacío.
Por eso es importante que el comienzo de una nueva etapa de lucha sea mediante una reflexión colectiva sobre los objetivos por los cuales lucharemos, sobre el método de la acción colectiva y su duración. Es congruente con este planteamiento que la asamblea nacional que organizó la campaña revocatoria se transforme y adopte el nombre y la forma de las nuevas campañas que sigan. Nuestra aspiración es que sea más amplia y fuerte, que aproveche la experiencia adquirida y sepa ganarse la confianza de sectores cada vez más amplios del pueblo.
En resumen, la propuesta consiste en que se mantenga el método de campañas de lucha por objetivos precisos y claros para todos. Que cada campaña asuma un problema de interés general para la mayoría del pueblo. Que tenga una duración limitada y metas a alcanzar en un tiempo dado. Que las formas de lucha sean las que corresponden a la resistencia civil pacífica, que sean armónicas con los principios de la democracia participativa. Que adopte un tipo de organización flexible que facilite la más amplia confluencia de todos los grupos y formas de pensamiento. Que pueda definir al adversario y al interlocutor, que prevea sus reacciones y que sepa decidir en qué momento se suspende.
Deliberar sobre las prioridades de la lucha
El método de campañas consiste en concentrar todo el esfuerzo en un objetivo, requiere mantener su autonomía de propósito en el contexto de las muchas resistencias y actividades de los grupos sociales y políticos. Estas características hacen incompatible este método con dos tendencias que pueden funcionar para otras cosas pero no para este tipo de acción colectiva: un activismo sin ton ni son y la dispersión del objetivo hacia múltiples direcciones temáticas. Se añade a esto la cuestión planteada por una de las personas que han mandado un menaje al Comité Civil, que el alinearse al plan de acción de una sola organización rompe con el principio de generalidad, porque se sujeta a la dinámica cambiante de esa organización en particular.
Puesto que nos consideramos como parte de un amplio movimiento social necesitamos ser solidarios con las luchas justas, en esta etapa en primer lugar con el SME por todo lo que implica, pero también con los indígenas de Cópala, con los afectados por el proyecto de presa de La Parota y los opositores a la mina de San Javier, con los opositores al basurero de Zimapan, con el pueblo de Ateneo y a todas las luchas por la justicia. El apoyo recíproco es lo que da fortaleza y unidad al movimiento social, pero también es posible hacer coincidir todas las luchas en campañas comunes, como la que hemos realizado por la destitución de Calderón.
La reflexión y deliberación colectivas deben ser una práctica regular del movimiento democratizador en todo el país, y en esta tarea necesitamos la contribución de los académicos e intelectuales en general, para mejor orientar la elección de nuestras metas. No hemos logrado sumar a los especialistas comprometidos con las causas populares porque de tanto en tanto se manifiestan actitudes anti intelectuales; es una especie de irracionalismo que no permite discutir ¡deas; hay políticos y dirigentes que temen que otros los desplacen, pero esto es un falso problema porque los especialistas no abandonarán su trabajo para disputarle a nadie un papel dirigente. En cambio, la interacción con los intelectuales resultará estimulante para los que pretenden dirigir se esfuercen en mejorar la calidad de su desempeño. La cooperación entre el mundo intelectual y el movimiento popular es una necesidad para el desarrollo de la cultura democrática.
La movilización ciudadana que hemos emprendido tiene que situarse en el plano de los grandes problemas nacionales, en lo que afecta a la gran mayoría de la población
Conforme al método de campañas, al elegir un blanco concreto se abre la posibilidad de que los sectores sociales perjudicados por el adversario específico se unan a la campaña es, por decirlo así, una base social natural en la cual frecuentemente existen grupos en resistencia. Entonces es indispensable partir de asambleas con esos sectores para elaborar la estrategia de acción. Otro procedimiento, compatible con el anterior, es plantear el problema a los frentes y movimientos de amplio espectro para que desde el principio la campaña sea sostenida por grandes fuerzas sociales y políticas.
A manera de ejemplo, podemos bosquejar algunos objetivos de nuevas jornadas de lucha. En primer lugar confrontar a quienes nos explotan y nos oprimen, sobre todo a la oligarquía que monopoliza la economía nacional y nos somete a las potencias extranjeras. Podríamos luchar contra la privatización de lo que pertenece a la nación mexicana, particularmente sus recursos naturales; podríamos defendernos contra el saqueo que practican los banqueros y su manejo contrario al desarrollo nacional del ahorro y el crédito. Podríamos emprender jornadas por la soberanía alimentaria y el derecho a la alimentación
Podríamos luchar contra la privatización gandalla del presupuesto público que cometen delincuentes habilitados como funcionarios y gobernantes en contubernio con empresarios, con el fin de reorientar los recursos públicos hacia las urgentes necesidades nacionales. Podríamos lanzar campañas para organizar la contraloría ciudadana en todos los niveles y en todo el país para vigilar cómo se ejerce el gasto público, acompañadas de acciones de denuncia y sanción a los corruptos y para imponer el interés público sobre el uso de los recursos del Estado.
Podíamos emprender acciones masivas para forzar al Estado a destinar los recursos y políticas públicas en un plan de emergencia de creación de empleo, crecimiento económico y redistribución del ingreso. Junto con esto podríamos emprender una actividad de largo plazo para crear el poder económico popular mediante la economía solidaria.
Podríamos asumirnos como promotores de un gran movimiento de consumidores contra los monopolios farmacéuticos, alimentarios o de cualquier tipo que dañen el consumo popular.
Para desarrollar el poder popular podríamos emprender jornadas de organización vecinal que asuma la tarea de construir el bienestar de las comunidades y disputarle a los poderes locales y empresas la orientación de las políticas públicas.
Son muchas las necesidades del pueblo y mucha su desorganización, desconfianza y miedo. Tenemos que darle un sentido ordenado a las tareas de la resistencia popular. Sobre todo tenemos que alcanzar seguridad en nosotros mismos; luchando perderemos el miedo a confrontar a la oligarquía y su clase política corrupta, incompetente y desnacionalizadora, condición para que podamos desarrollar nuestras capacidades como pueblo. Tenemos que saber que el movimiento popular unitario puede vencer a la clase dominante y a los poderes extranjeros.
[1] Miembro del Comité Civil promotor de la consulta al pueblo sobre la revocación de mandato de Calderón.
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