Por Amy Goodman
El 14 de septiembre de 2001, la Cámara de Representantes de Estados Unidos consideró la Resolución Conjunta 64 “Para autorizar el uso de las Fuerzas Armadas estadounidenses contra los responsables de los recientes ataques lanzados contra Estados Unidos”. La herida del 11 de septiembre estaba abierta aún, y la sed de venganza parecía universal. La votación de la Cámara fue notable, comparada con el partidismo extremo que ahora es evidente en el Congreso, ya que 420 diputados votaron a favor de la resolución. Pero más llamativo aún fue el único voto en contra, emitido por Barbara Lee de San Francisco. Lee inició su declaración sobre la resolución diciendo: “Hoy me alzo con mucho pesar en mi corazón, con un profundo dolor por los familiares y los seres queridos que murieron y resultaron heridos en Nueva York, Virginia y Pennsylvania. Solo los más tontos o los más despiadados no comprenderían el dolor que ha paralizado al pueblo estadounidense y a millones de personas en todo el mundo. Este terrible ataque contra Estados Unidos me ha hecho confiar en mi brújula moral, en mi conciencia y mi Dios para orientarme.” Se podía sentir su emoción mientras hablaba ante la Cámara de Representantes. La congresista Lee continuó:
“El 11 de septiembre cambió el mundo. Nuestros más profundos miedos nos atormentan ahora. Sin embargo, estoy convencida de que la acción militar no evitará otros atentados de terrorismo internacional contra Estados Unidos. Este es un tema muy complejo y complicado. Sé que esta resolución para el uso de fuerza será aprobada a pesar de que todos sabemos que el Presidente puede declarar una guerra incluso sin esta resolución. Sin embargo, por más difícil que parezca esta votación, algunos de nosotros debemos exhortar a ejercer la moderación. Nuestro país está de luto. Algunos debemos decir ‘retrocedamos un momento, hagamos una pausa por tan sólo un minuto y pensemos bien en las repercusiones de nuestras acciones hoy, para que esto no se salga de control’.”
El Senado también aprobó la resolución en una votación unánime de 98 votos, y la envió al entonces Presidente George W. Bush. Lo que Bush hizo con esta autorización, y con la autorización de ir a guerra con Irak un año más tarde, podría decirse que se ha convertido en la mayor catástrofe de política exterior en la historia de Estados Unidos. La cuestión que se presenta ahora es qué hará el Presidente Barack Obama con Afganistán.
El 7 de octubre ingresaremos en el noveno año de la ocupación estadounidense de Afganistán, la misma cantidad de años que la suma de la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea juntas. Obama centró su campaña en su oposición a la guerra de Irak, pero al mismo tiempo prometió enviar más soldados a Afganistán. El primer viernes de su presidencia, las fuerzas armadas del Comandante en Jefe Obama lanzaron tres misiles Hellfire desde un avión no tripulado en Pakistán, dejando un saldo de 22 muertos, en su mayoría civiles, entre ellos mujeres y niños. Obama aumentó el número de soldados estadounidenses en Afganistán en más de 20.000, llevando la cifra total a 61.000. Esto sin contar a los contratistas privados en Afganistán, que ahora superan el número de soldados. Y está previsto que el nuevo comandante de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en Afganistán, el General Stanley McChrystal, solicite aun más soldados.
Agosto de 2009 fue el mes en que se registraron más muertes de soldados estadounidenses en Afganistán hasta el momento, alcanzando 51 bajas, y 2009 es por lejos el año en que se registraron más muertes, con 200 soldados estadounidenses muertos hasta el momento. Estas estadísticas no incluyen la cantidad de soldados que se suicidaron luego de regresar al país, ni los que resultaron heridos, y definitivamente no incluye el número de afganos muertos. Según información reciente, los ataques también son cada vez más sofisticados. Entonces no debería sorprendernos que cada vez haya más comparaciones entre Afganistán y Vietnam.
Cuando el New York Times le preguntó al Presidente Obama acerca de esta comparación, Obama respondió: “Es preciso aprender las lecciones de la historia. Por otro lado, cada momento histórico es diferente. No nos bañamos dos veces en el mismo río. Y Afganistán no es Vietnam…Los peligros de ir más allá de nuestras posibilidades y no tener metas claras y no tener un fuerte apoyo del pueblo estadounidense, esos son los temas en los que pienso todo el tiempo”.
Según una reciente encuesta de CNN/Opinion Research, el 57 por ciento de las personas consultadas se opone a la guerra de Estados Unidos en Afganistán, el nivel más alto de oposición desde que comenzó la guerra en 2001. Entre los encuestados, el 75 por ciento de los demócratas se opuso a la guerra, lo que podría explicar las recientes declaraciones de importantes congresistas demócratas contra el envío de más soldados a Afganistán. La Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo el jueves pasado: “No creo que haya mucho apoyo al envío de más soldados a Afganistán ni en el país ni en el Congreso”, y sumó así su voz a las del senador demócrata de Wisconsin, Russ Feingold, y al senador demócrata de Michigan y presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, Carl Levin.
El presidente Obama dijo en su discurso sobre el sistema de asistencia de salud ante la sesión conjunta del Congreso: “El plan que propongo costará alrededor de 900.000 millones de dólares a lo largo de 10 años, menos de lo que hemos gastado en las guerras de Irak y Afganistán”.
El Presidente Lyndon Johnson propició la escalada de la guerra de Vietnam y finalmente decidió no postularse a la reelección. Pero también aprobó el plan de salud Medicare, el ponderado programa universal de seguro de salud de pagador único para personas de la tercera edad. La congresista Barbara Lee comparó en forma profética la invasión de Afganistán con la guerra de Vietnam en su discurso de 2001 y cerró su intervención citando al Reverendo Nathan Baxter, deán de la Catedral Nacional: “Al actuar, no nos convirtamos en el mal que deploramos”.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2009 Amy Goodman
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