Como alumbramiento obstétrico, a casi nueve meses del inicio de su presidencia bajo óptimas expectativas mundiales, Barack Obama delineó los cuatro pilares” de su nuevo orden mundial de corte multilateral, en el que opera un neto distanciamiento con su repudiado antecesor unilateralista: 1) un mundo libre de armas nucleares, 2) la resolución del estancado proceso de paz entre palestinos e israelíes, 3) el abordaje del cambio climático y 4) la salida de la crisis financiera global.
Menos contundente de lo que profiere en forma entusiasta el rotativo británico The Guardian (24/09/09), se trata de un antibushismo relativo, que define la vocación de abordaje multilateral de Obama, a diferencia notoria del unilateralismo bélico de su antecesor. Obama no se atreve a pronunciar la “multipolaridad” impronunciable que refleja la inocultable decadencia de Estados Unidos y prefiere la dulzura del término “multilateral”.
Habría que matizar: al corte obstétrico de caja de los nueves meses de su atribulada gestión, Obama manifiesta una personalidad multiforme debido a los amarres gordianos con la anterior administración y con el inexpugnable establishment: el caso de Bob Gates, quien repite en el Pentágono, ya no se diga la gobernación financiera supranacional de Ben Shalom Bernanke, gobernador de la Reserva Federal, y Tim Geithner, anterior gobernador de la Reserva Federal de Nueva York y hoy secretario del Tesoro.
Obama exhibe el “síndrome de multipersonalidad” (que ya habíamos detectado; ver Bajo la Lupa, 5/07/09) que comparte rasgos en sus actos con su antecesor, Baby Bush (desde Afganistán, pasando por el golpe de Estado inducido en Honduras, hasta el avasallante despliegue bélico en Sudamérica), pero también con Gorbachov (la personalidad universal de los dirigentes a quienes les toca administrar la transición de los imperios en decadencia, que el portal De Defensa ha analizado estupendamente), como, en mi muy humilde opinión, con Calderón en el ámbito financiero y económico (obviamente, en su justa proporción).
Si por sus hechos puede ser juzgado, entonces queda claro que en el ámbito financiero y económico Obama reina y Goldman Sachs gobierna en EU.
En el “México neoliberal”, Calderón reina y la dupla Carstens-Ortiz gobierna (ya ni siquiera la medieval plutocracia local). Carstens, quien pudo haber sido hasta secretario de Hacienda del folclórico Juanito, y el cordobista Guillermo Ortiz Martínez (“gobernador” del Banco de México) aplican las recetas tóxicas del FMI del que han sido dilectos funcionarios. Expresado densamente: en el “México neoliberal” Calderón reina y el FMI gobierna.
En el modelo neoliberal global, el verdadero e ilimitado poder, en la fase monetarista y financierista de la economía unipolar, lo detentan los bancos centrales (el “centralbanquismo”) y las secretarías/ministerios del Tesoro/Hacienda/Economía, donde los empequeñecidos “políticos” impotentes y emasculados (es decir, carentes de poder de decisión y orientación) cumplen funciones de registro notarial de los actos y actas de quienes ostentan el descomunal poder unilateral de las finanzas globales en su aplicación local.
De allí que en el modelo neoliberal global –que padece el “síndrome del pollo decapitado”, que sigue dando vueltas como loco después de haber perdido la cabeza, debido a los reflejos innatos primarios que todavía conserva hasta su caída final– los “políticos” (arrumbados en los poderes Ejecutivo y Legislativo) se hayan vuelto parasitariamente irrelevantes e irreconocibles a los ojos de la “división de poderes” de Montesquieu y Locke.
En la tiránica globalización neoliberal, el poder del monetarismo es indivisible cuan invisible, donde no caben los “políticos” ni los jueces –ya no se diga los otros profesionistas de las ciencias y las humanidades–, sino solamente las “leyes del mercado”, que controlan y manejan a su antojo unilateral los gobernadores de los bancos centrales y sus operadores hacendarios con toda su corte y cohorte de milagros: reguladores, calificadoras, contadores, auditores y comentaristas robotizados de los multimedia controlados por la fauna plutocrática.
A Obama –un ser humano, por más superdotado y carismático sea– le tocó lidiar con la fase compleja de transición multidimensional, característicamente “híbrida”, tanto del nuevo orden mundial multipolar (imperativamente hexapolar) como de “desglobalización” (que, por cierto, ya usa felizmente el canciller ruso Sergei Lavrov).
¿Cuál es, entonces, la verdadera personalidad de Obama?
Ya lo habíamos expresado: su muy atractiva personalidad proclive a la desnuclearización, que pareciera una utopía y será sumamente difícil implementar debido a los inmensos intereses del complejo militar industrial en juego, cuando Obama, con su reforma salubre, se tropezó con la montaña de inquebrantables intereses plutocráticos de las parasitarias aseguradoras que convirtieron a los galenos globales en vulgares agentes de ventas, quienes renegaron lastimosamente de su juramento hipocrático.
Obama tuvo una semana frenética desde su exitosa comparecencia en la Organización de Naciones Unidad (ONU) hasta su conducción de la tercera cumbre del G-20 en Pittsburgh, durante las cuales explayó “los cuatro pilares” –que merecen una crítica dialéctica– de su nuevo orden mundial multilateral, que no puede ser desconectado de su abandono, la semana previa, del alucinante escudo misilístico antibalístico bushiano (ver Bajo la Lupa; 23/09/09).
Por ahora nos centraremos sucintamente en el primer pilar, “un mundo libre de armas nucleares”, donde brilla intensamente Obama para quienes hemos sido abolicionistas en forma pública desde hace un cuarto de siglo.
Obama se dio el lujo de presidir una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, por primera vez para un presidente estadunidense, que aprobó una resolución, por desgracia “no-vinculante”, sobre el desarme y la antiproliferación de armas nucleares que forman parte del primer pilar de su nuevo orden mundial multilateral: su temeraria “desnuclearización”.
James Acton y George Perkovich (The Guardian; 23/09/09) celebran la resolución y comentan que “Obama obtiene éxito donde Bush fracasó, al conseguir que el Consejo de Seguridad de la ONU se unifique contra la proliferación nuclear”; agregan que se trata “del primer fruto de la nueva estrategia de Estados Unidos para manejar los peligros nucleares”.
El mismo Obama no se hace ilusiones de las dificultades que esperan a su desnuclearización, cuya aplicabilidad universal tendrá que ser obligadamente homogénea, transparente y sin excepciones teológicas unilaterales, como ha sido el caso con el Tratado de No Proliferación de “dos pesas y mil medidas” practicado selectivamente por Estados Unidos, lo cual lo ha llevado a su inoperancia. ¿Podrá resucitar Obama a ese tratado tan disfuncional?
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