miércoles, 23 de septiembre de 2009

El México de Noam Chomsky

Luis Hernández Navarro
Noam Chomsky es un intelectual querido y respetado en una parte muy importante de los movimientos populares y del mundo de la cultura en México. El aprecio que se le tiene va más allá del conocimiento de su obra. Su reputación de pensador riguroso camina de la mano de su notoriedad como un hombre éticamente congruente.

Su pensamiento se ha divulgado en tierra mexicana, en mucho por conducto de sus artículos de opinión y de las entrevistas publicadas en La Jornada. El primero, El sistema de los 500 años y el nuevo orden mundial, apareció en 1991. Diversas ediciones de sus libros, varias provenientes de España, se venden en México. Usualmente se trata de volúmenes caros, no accesibles a la mayoría de los lectores. Parte de esos materiales, así como traducciones de sus ensayos aparecidos en Z Magazine, circulan entre estudiantes en fotocopias.

En Internet pueden encontrarse muchas de las entrevistas que se le han hecho en revistas de varios países. El periódico digital Rebelión tiene 161 archivos en español con escritos de y sobre el intelectual. La biblioteca virtual Noam Chomsky posee un índice con 100 materiales suyos.

Las visitas del profesor del MIT a México han sido escasas. En algunos centros de educación superior su obra forma parte de la bibliografía que los estudiantes deben leer. Sin embargo, no hay relación directa entre el enorme reconocimiento del que disfruta y la comprensión de su obra.

El pensador molesta sobremanera a la derecha ilustrada de nuestro país. Sus críticas a la política imperial estadunidense los enervan. En el ensayo tituladoYou and Us, capítulo del libro Perception and Misconceptions in U.S.-Mexico Relations, Enrique Krauze asegura que la intelectualidad y la clase política mexicana antiestadunidenses tienen en Chomsky, el gringo enojado, a su gurú.

La revista Letras Libres ha publicado dos escritos contra el ensayista. El primero, Noam Chomsky a través del espejo, de Nick Cohen, apareció en febrero de 2004; el segundo, Noam Chomsky, de Carlos Granés, fue parte del número de octubre de 2008. Ambos trabajos son bastante malos y viscerales. Según Granés, los escritos del académico han fomentado el victimismo y la impotencia, haciendo creer a los habitantes del tercer mundo que las soluciones a sus problemas dependen menos de ellos mismos que de la buena voluntad de un país despótico. Sin ningún rigor, Cohen afirma: Su obra representa la capacidad de la izquierda occidental de criticar todo lo que viene de Occidente... salvo a sí misma.

El profesor del MIT ha analizado sin concesiones y en profundidad aspectos relevantes de la economía, la política y las luchas sociales en México. En libros, artículos, entrevistas y manifiestos ha expresado su opinión sobre el Tratado de Libre Comercio, las maquiladoras, la rebelión zapatista, la lucha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), la resistencia de Atenco, la guerra contra las drogas, el magisterio oaxaqueño o las muertas de Juárez. Con frecuencia se ha solidarizado con las movilizaciones populares más relevantes. Ha estampado su firma en diversos comunicados que denuncian la represión gubernamental contra movimientos disidentes.

Chomsky considera que el zapatismo es uno de los movimientos populares contra el neoliberalismo más importantes del mundo. Señala que si logra vincularse con otros grupos sociales a nivel internacional, podrá cambiar el curso de la historia contemporánea.

En octubre de 2007, el escritor estadunidense envió un mensaje videograbado al segundo Congreso Nacional de Educación Indígena e Intercultural, a través del cual saludó a los maestros valientes de Oaxaca por su trabajo profesional en la educación indígena, pero sobre todo por encontrarse en una lucha de gran envergadura, no sólo en la entidad, sino como parte de la lucha mundial. Su movimiento, dijo, es particularmente impactante en estos momentos en toda Latinoamérica. A su juicio, la organización de los pueblos indígenas es un avance sumamente importante e impactante, porque echa para atrás 500 años de historia miserable y fea, revitalizando las lenguas, las culturas y los conocimientos técnicos.

Apenas un año antes, cuando la represión gubernamental se cebó sobre la comuna oaxaqueña, junto a escritores como John Berger, Howard Zinn y Arundhati Roy firmó un manifiesto que exigió la renuncia del gobernador Ulises Ruiz. En él se señalaba: Estamos extremadamente alarmados de ver que en vez de tomar severas medidas contra los violentos paramilitares que han lanzado constantes ataques contra el pueblo de Oaxaca, el presidente Vicente Fox usa los asesinatos como pretexto para intensificar la violencia contra la organización de base del pueblo.

Apenas en mayo pasado, Chomsky signó un desplegado para liberar a los presos y perseguidos políticos de Atenco y demandar el castigo a los represores. El documento advirtió: las irregularidades de los procesos penales evidencian que estamos ante un asunto político cuyo objetivo es reprimir a uno de los pueblos que dignamente han defendido su tierra, sus recursos naturales y sus tradiciones.

A propósito de los feminicidios en Ciudad Juárez, escribió un magnífico prefacio al conmovedor libro de Charles Borden, Juárez: The Laboratory of our Future. Allí, el intelectual analiza descarnadamente los nuevos modelos de dominación que han adquirido los grandes capitales financiero e industrial internacionales.

El asunto no era nuevo para el profesor estadunidense. Desde años antes, en un artículo titulado: Pocos prósperos, muchos descontentos, había sintetizado con gran tino los efectos devastadores del modelo maquilador y del Tratado de Libre Comercio. Allí aseguraba lo que hoy es evidente: convertir a las maquiladoras en la punta de lanza de la economía es muy destructivo para el país a la larga.

A lo largo de los años Noam Chomsky ha dibujado un mapa de aspectos centrales de la política y la economía de México. Sin embargo, no se ha conformado con eso. Comprometido con las mejores causas populares, ha puesto su nombre al servicio de ellas. No son muchos los intelectuales que hoy en día tienen su congruencia y rigor analítico.

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