martes, 22 de septiembre de 2009

El Estado capitalista, la crisis y el Nuevo Imperialismo

Míguez, Pablo

Míguez, Pablo . Licenciado en Economía (UBA) y en Ciencia Política (UBA). Doctorando en Ciencias Sociales (UBA-CONICET)


Introducción

Este trabajo propone presentar las diferentes concepciones del Estado capitalista que subyacen en algunas caracterizaciones recientes sobre la crisis capitalista. David Harvey, Robert Brenner, Giovanni Arrighi, se mueven en torno a ámbitos multidisciplinarios, desarrollando sus aportes entre la economía, la historia, la filosofía política, las relaciones internacionales y la geografía, siendo la formación de origen un aspecto que deja huellas en sus trabajos. La historia en el caso de Brenner y Arrighi, la geografía en Harvey son los puntos de partida iniciales de sus reflexiones, que luego son enriquecidas por la sensibilidad y el manejo amplio de las ciencias sociales que cada uno de ellos posee.
Para abordar las posiciones de Harvey y Arrighi corresponde introducir brevemente la descripción que hace Brenner de la situación del capitalismo mundial a fines del siglo XX. Hace 10 años Brenner se ocupó del tema de la crisis en el debate que se conoció como el nuevo debate Brenner, surgido a partir de la publicación en 1998 de La Economía de la Turbulencia Global, saludado en la New Left Review como todo un acontecimiento intelectual.
Nuestro interés por el debate no sólo reside en el indudable aporte de Brenner a la caracterización de la crisis sino al hecho de que sobre este trabajo se apoyan para reafirmar sus posiciones numerosos pensadores actuales, como Harvey y Arrighi. Repongamos algunos de los principales argumentos de estos autores.
La crisis actual del capitalismo mundial según Brenner

El trabajo de Brenner no pretende abordar directamente la cuestión del Imperialismo. Como mencionamos, sus estudios se centran en la evolución del capitalismo mundial y su crisis. Sin embargo, como señalamos, su diagnóstico es recuperado por autores que se apoyan en su trabajo para teorizar acerca de la continuidad del imperialismo como eje fundamental para entender y analizar el capitalismo actual. Resumiendo en extremo el argumento central de Brenner, puede decirse que como resultado del desarrollo desigual en la economía mundial los países rezagados intentan alcanzar a los líderes del proceso de la acumulación de capital a escala global. Así es como frente al liderazgo de Estados Unidos, desde los años cincuenta Alemania y Japón procuraron darle alcance y en ese camino dieron lugar a un desarrollo que condicionó la economía mundial, generando una crisis de sobreproducción que se mantiene en la actualidad, de la cual es muy difícil salir.
En el análisis de Brenner recién a partir de 1965 Japón y Alemania habrían estado en condiciones de disputar el liderazgo económico mundial a Estados Unidos en un número cada vez mayor de industrias clave y de penetrar en los mercados dominados por éste. Las políticas gubernamentales, sobre todo la gestión de la moneda, de los salarios y del tipo de cambio que cada país pudo llevar adelante fueron fundamentales en este proceso, con la diferencia de que en el caso de la economía líder ello condicionaba también la salud de todo el sistema monetario internacional[1].Para Brenner, en el período posterior a 1973 las acciones de los gobiernos no se limitaban a la mera regulación de los procesos sino que fueron activos protagonistas de los mismos, sobre todo a través de los manejos de los tipos de cambio entre las principales economías mediante sucesivos acuerdos (Acuerdos de Plaza en 1985 y los acuerdos de Plaza inversos diez años después) [2].
Los argumentos de Brenner lo llevan a sostener una teoría de la crisis del capitalismo por sobrecapacidad y sobreproducción a escala del sistema en su conjunto, resultante de la interacción entre las economías de rápido crecimiento. Esto implica una tendencia inevitable a la creación de un exceso de capacidad en un gran número de industrias con relación a la tasa de ganancia existente, lo que obliga a dejar de usar medios de producción y bajar los precios de los productos, reduciendo la rentabilidad. La existencia de importantes inversiones ya realizadas impediría el fácil traslado a otras ramas o industrias. Dadas estas restricciones, las empresas buscan acelerar el ritmo de la “innovación”. Esta conducta, además de darse en una etapa de caída de las ganancias y no en su ascenso, agrava el problema de la sobreproducción.
La recuperación de la economía estadounidense a partir de1993 le permite a Brenner subrayar sus dudas sobre la mejora en la rentabilidad a escala mundial y la disminución de la sobrecapacidad. De hecho, la creciente competencia de las exportaciones asiáticas, sobre todo con la devaluación China de 1994, ya permitían sospechar de la viabilidad a largo plazo de la recuperación estadounidense. Las sucesivas crisis financieras que se suceden (México en 1995, Asia en 1998, aunque también Rusia, Brasil en 1999 y Argentina en 2001) dan muestras de la inestabilidad de la economía global y paradójicamente, se refuerza la posición estadounidense. Estados Unidos absorbe los recursos líquidos de todo el mundo, aspirando los capitales vía el mercado de valores de Wall Street y suspendiendo momentáneamente los problemas de una balanza comercial insosteniblemente deficitaria. La Reserva Federal tampoco colaboró demasiado, según Brenner, sino que agudizó los problemas. A pesar de las declaraciones en contrario de Greenspan, la política monetaria de la FED actuó de hecho fomentando las cotizaciones y la lógica bursátil comenzó a adoptar una dinámica propia y a engendrar una burbuja especulativa cuyo estallido se haría sentir en algún momento. Brenner coincidía en esto con las advertencias de muchos economistas que señalaban que la Mundialización financiera originada a finales de los años setenta estaba conduciendo a un predominio del capital financiero en desmedro del capital industrial y que escapaban, o dejaban en buena medida impotentes, a las regulaciones estatales[3]. Pero en el plano que le interesa a Brenner, que es el sector industrial, estos desarrollos no hacían sino fomentar el crédito y acelerar el proceso de sobrecapacidad, dando lugar a un enorme exceso de capital productivo y a una fuerte caída de la rentabilidad. La burbuja bursátil sólo parecía posponer los efectos de la crisis, que ha estallado diez años después. Estos argumentos lo llevaron a detenerse en la expansión bursátil de la economía estadounidense, analizada en 2000 en The Boom and the Bubble.
La recuperación de la rentabilidad en los años noventa se debió sobre todo al ataque a los trabajadores, mediante destrucción de empleos y reducción de salarios acompañados de fuertes aumentos de la productividad. La expansión bursátil se dio sobre todo a partir de la inflación de activos inmobiliarios, lo que dio lugar a una burbuja inmobiliaria entre 2002 y 2005 que estalló en 2007 y cuyas consecuencias se están haciendo sentir en Estados Unidos y en el mundo[4]. La gran crisis hipotecaria en Gran Bretaña y España y la crisis del sistema financiero global en 2008 dan cierto crédito a estos análisis de Brenner.
El planteo de Arrighi y la concepción del Imperialismo de la escuela del Sistema Mundial
Arrighi analiza la situación actual en diálogo con Brenner, mostrando las fortalezas del análisis pero señalando también algunas insuficiencias importantes que tienen consecuencias en su caracterización de la etapa actual del capitalismo.
Sus últimos trabajos, El largo siglo XX, Caos en orden en el sistema mundo moderno y Adam Smith en Pekín comparten las líneas de análisis braudelianas y del Sistema Mundo, donde las relaciones entre capital y trabajo se estudian a lo largo de ciclos de larga duración y considerando, además de la relación capital-trabajo, las relaciones norte-sur. Se trata de una tradición historiográfica iniciada por Fernand Braudel y continuada por Immanuel Wallerstein.
Si bien no alude directamente al tema del Imperialismo ni da en su esquema un lugar especialmente relevante al Estado su aporte es fundamental porque con el dialogan Harvey y Brenner. El autor analiza la evolución reciente del capitalismo haciendo analogías con los auges y declives de las potencias imperialistas incluso desde antes del capitalismo, donde la posición hegemónica en el sistema mundo habría sido ocupada sucesivamente por las ciudades genovesas en el siglo XIV, Holanda en el siglo XVI, Gran Bretaña en los siglos XVIII y XIX, Estados Unidos en el siglo XX y en el futuro, sugiere el autor, presumiblemente otra potencia (Arrighi especuló con Japón en su momento y ahora hace lo propio con China).
Las diferencias con Brenner las plantea recientemente en “La economía social y política de la turbulencia global”. Como buen historiador, Arrighi describe minuciosamente los períodos recientes de la economía mundial en función de una periodización que, en líneas generales, coincide con la de Brenner, esto es, una larga expansión en los años cincuenta y sesenta, seguida por un estancamiento en los años setenta hasta un tercer momento de recuperación de la economía estadounidense a partir de 1993, etapa que de todos modos no termina de resolver los problemas del largo declive de la economía-mundo iniciado en los años setenta.
En realidad, para Arrighi, la situación actual es análoga a la de otros momentos de la historia del capitalismo donde se asistía una expansión financiera centrada en la principal economía de la época, esto es, la “financiarización de la acumulación de capital”:
Desde este punto de vista podemos detectar similitudes no sólo entre la depresión de 1973-1896 y el largo declive de 1973-1993 sino también entre la belle époqueeduardiana y el resurgimiento económico y la gran euforia estadounidense a finales de la década de 1990. [Luego adelanta que:] “Lo que ha venido sucediendo hasta ahora es que el desarrollo desigual, en el sentido que le da Brenner, tiende a generar una larga expansión seguido por un largo período de competencia intensificada, rentabilidad reducida y estancamiento relativo, al que sigue un repunte de la rentabilidad basado en un expansión financiera centrada en la principal economía de la época”[5]
Arrighi señala que el trabajo de Brenner pone excesivo énfasis en los conflictos horizontales entre capitales más que en los conflictos verticales entre capital y trabajo. A fines del siglo XX supuestamente una de las causas de aumento de las inversiones británicas en el extranjero habría sido el aumento de los salarios reales en la metrópoli. Más que por aumentos de salarios nominales esto era el resultado de las guerras de precios que reducían abruptamente los salarios reales. Este aspecto habría sido dejado de lado por Brenner. Por otro lado, señala Arrighi, como ello no supuso una relocalización de las industrias -porque en ultramar las inversiones no se destinaban a esto sino a la construcción de infraestructuras- terminó reforzando la posición de los trabajadores en los centros.
Para Arrighi, desde comienzos del siglo XX y hasta 1945 las guerras entre potencias imperialistas desplazaron a las guerras de precios entre capitalistas. Al decir de Arrighi: “La competencia capitalista se fue politizando cada vez mas”[6]. La resistencia, las luchas y la organización política de la clase obrera aumentaban su influencia sobre el conflicto intercapitalista en mayor medida que en la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, su influencia en el período de auge posterior a los años cincuenta merece especial atención, aunque Brenner no les adjudique demasiada incidencia en la crisis de rentabilidad post 1973. El aumento de la participación de los salarios no sólo tuvo peso en la relación capital-trabajo sino también en la posterior articulación del conflicto entre capitales. La existencia de la estanflación de los años setenta sería entonces una demostración de la imposibilidad para las potencias capitalistas de resolver el conflicto mediante la solución recesiva propia del mecanismo automático del patrón oro, que hacía pagar la crisis a los trabajadores con caída de salarios reales.
Para Arrighi, la importancia del conflicto capital trabajo es más notoria en el declive post setenta que en el anterior período crítico. La relocalización industrial que devino en aumento de la inversión extranjera directa en los años setenta en países periféricos es la muestra de la fortaleza del movimiento obrero en los centros de acumulación capitalista. Menor resistencia al trabajo fabril y salarios mas bajos predisponían al capital a iniciar la fuga a regiones menos problemáticas y eludir la presión laboral sobre la rentabilidad. La fortaleza del movimiento obrero hacía inviable la solución deflacionaria, lo que obligó, según el historiador, a la vía inflacionaria de gestión de la crisis. Sin embargo, a pesar de estas consideraciones de Arrighi, también para él la competencia intercapitalista sigue siendo en última instancia mas determinante que la relación capital-trabajo, aunque ciertamente en menor medida que para Brenner.
Por otro lado, señala Arrighi, Brenner propone un análisis de la economía mundo tomando la economía internacional como punto de referencia teórico, pero luego se ocupa preferentemente de las tres mayores economías nacionales, Estados Unidos, Japón y Alemania. Las referencias a China o la Unión Europea son absolutamente menores, e inexistentes en el caso de otras regiones como América Latina. Mas aún, en estos tres países su énfasis esta puesto casi exclusivamente en el sector industrial, cuya importancia para analizar el capitalismo nadie discutiría pero que ciertamente viene reduciendo su participación en el valor agregado desde el comienzo del largo declive. En defensa de Brenner hay que decir que en realidad para él esto es un síntoma de la crisis: el auge del capital financiero y de los servicios y la caída de la industria no merecen un análisis detallado sino que son indicadores de la crisis de rentabilidad.
Para Arrighi a esta crisis de rentabilidad debe añadirse la crisis de hegemonía política estadounidense a nivel mundial, que Brenner habría pasado por alto, derivada de la guerra de Vietnam. Esta última afectó seriamente la balanza de pagos de Estados Unidos y precipitó la crisis del dólar de 1971, afectando el sistema monetario internacional a partir del abandono de los regímenes cambiarios fijos propios del sistema de Bretton Woods por los tipos de cambio flexibles.
A diferencia de Estados Unidos en la actualidad, en su momento Gran Bretaña pudo resolver la crisis de manera no inflacionaria haciendo uso de su condición política hegemónica a nivel mundial (la posibilidad de externalizar los costos del ajuste interno de Gran Bretaña mediante el patrón oro debe estudiarse en relación con la política colonial hacia la India). Vietnam impidió que Estados Unidos hiciera eso mismo y por lo tanto inició una “fuga hacia adelante” con la expansión crediticia característica del largo declive.
Esta estrategia expansiva dio cierto aire a Estados Unidos pero no logró detener el largo declive de la economía mundial ni la caída de la rentabilidad. Más que inversiones adicionales en capital fijo, tal como sostiene Brenner, el destino de los flujos de capital se oriento a las inversiones financieras. Para Arrighi esto les permitió al capital estadounidense apoderarse incluso de las empresas que sí seguían invirtiendo en capital fijo y materias primas a precio de saldo, mostrando una trayectoria análoga a la del capital británico un siglo antes. Las analogías no terminan aquí: la estrategia de “financiarización” también habría sido adoptada por los Países Bajos en el siglo XVI y habría constituido el preludio de su reemplazo por Gran Bretaña como potencia hegemónica de la economía mundo. La creciente deuda estadounidense le ha permitido no obstante vivir durante más de veinte años una belle epoque comparable a la británica de principios del siglo XX, de modo que cabe esperar que Estados Unidos corra con la misma suerte y sea reemplazado por otra potencia, presumiblemente China[7].
La financiarización le permitió arrastrar a la URSS al abismo mediante la carrera de armamentos y mantener a raya al Tercer Mundo mediante el endeudamiento. La caída de la industria en Estados Unidos y en los países centrales tuvo efectos sobre los trabajadores de esas industrias pero no repercutió en la salud de una economía que se reorientó para aprovechar la oleada financiera. Pasó de ser un factor propio de una crisis de hegemonía a convertirse en fuerza impulsora de la prosperidad de los ochenta y noventa.
En suma, según Arrighi, Brenner parece tener en cuenta los aspectos “Económicos” y “nacionales” de países fundamentales de la economía Mundo y deja de lado los aspectos “políticos” y “sistémicos” que caracterizan a la economía mundo. El desarrollo desigual es un elemento central pero no el más importante: “Así pues, el desarrollo desigual bajo la hegemonía estadounidense lejos de ser un proceso espontáneo derivado de las iniciativas procedentes de la acumulación capitalita “desde abajo”- como había sucedido en el siglo XIX bajo la hegemonía británica- fue un proceso alentado consciente y activamente “desde arriba” por el Estado Bélico- asistencial globalizador patrocinado por Estados Unidos”[8]. Mientras Brenner hace hincapié sobre todo en la crisis de rentabilidad para Arrighi deberíamos atender la crisis de hegemonía combinada con la estrategia inflacionaria de gestión de la crisis. Lo que Arrighi no nota es que el lugar que da a la sucesión de potencias hegemónicas no le exime de tratar la cuestión del Estado capitalista, sobre el cual no se explaya lo suficiente.
La idea de sucesivos períodos históricos de larga duración donde los estados hegemónicos mantiene una estrategia consciente y coherente implica asumir que el imperialismo, en los términos definido por Lenin, nació con el propio capitalismo. Como señala Alberto Bonnet, es difícil suponer que la situación holandesa pueda ser análoga a la estadounidense de finales del siglo XX[9]. Sin embargo, Arrighi señala una diferencia importante con las transiciones hegemónicas precedentes y radica en el hecho de que la competencia interempresarial no parece tender a transformarse, como en las transiciones pasadas señaladas por el autor, en una contienda interestatal. Estados Unidos, con su poderío militar, es por primera vez en la historia un imperio universal y puede pasar de una hegemonía dominante a una dominación explotadora. La guerra es una guerra entre grandes poderes y hoy no se puede hablar de otro gran poder que no sea el estadounidense. El imperialismo surge de la confrontación entre estos grandes poderes y este no parece ser el caso.
En toda la caracterización de Arrighi sobre el imperialismo se hace muy poca referencia al papel del Estado en la acumulación, lo que en parte es coherente con la escuela de la Economía Mundo de Braudel – Wallerstein. El capitalismo tuvo desde sus orígenes un carácter global y los estados nación no merecen atención especial.
En una entrevista reciente señala que no hay una tendencia a la guerra entre los grandes poderes porque el único gran poder es Estados Unidos y que esto puede favorecer a China de la misma manera que a principios del siglo XX la disputa entre Gran Bretaña y Alemania favoreció a los primeros[10].
David Harvey: la lógica espacial de acumulación y el “nuevo imperialismo”
David Harvey se acerca al planteo del tema a partir de los debates ocasionados por la publicación en el año 2000 de Empire. Lo hace desde una formación marxista inclinada a la geografía económica, específicamente a la dimensión espacial de la acumulación de capital[11]. En líneas generales Harvey acepta “las pruebas ofrecidas por Brenner, quien ve un problema crónico de sobreacumulación extendido a la totalidad del capitalismo desde la década de los setenta[12]” pero le incorpora algunos desarrollos propios que hacen muy interesante su análisis sobre el presente del capitalismo actual, caracterizado por el como un momento propicio para el despliegue de la “acumulación por desposesión”. Lo que Harvey incorpora al diagnóstico de Brenner es el destino tiene el capital excedente de fomentar circuitos secundarios y aun terciarios de circulación para evitar o como resultado de la sobreacumulación en los circuitos principales de producción y consumo.
Se propone estudiar cómo funcionan en el espacio y en el tiempo los procesos moleculares de acumulación de capital para responder al planteo de Arrighi sobre la adecuación de la fijeza del poder territorial a la dinámica fluida del capital:
La lógica capitalista del imperialismo (a diferencia de la territorial) debe entenderse, afirmo, en el contexto de la búsqueda de “soluciones espacio-temporales” al problema del exceso de capital ( y es, repito, en el exceso de capital más que en el de fuerza de trabajo donde debe concentrarse la atención analítica).
En estos procesos moleculares de acumulación la importancia del Estado es para Harvey fundamental, porque “ha sido desde hace mucho tiempo y continúa siendo el agente fundamental de la dinámica capitalista global.”[13] Esto es una diferencia importante con el planteo de Arrighi.
Al analizar el papel del estado en la acumulación del capital Harvey observa lo que el Estado “hace” más que su naturaleza capitalista, es decir, lo que el Estado “es”. Para Harvey los procesos moleculares dan lugar al surgimiento de “economías regionales”, que dan coherencia a la producción, la distribución, el intercambio y el consumo. El estado captura estas dinámicas regionales y con ello facilita los flujos de capital y trabajo:
Durante el siglo XIX, por ejemplo, los Estados construían carreteras y sistemas de comunicaciones ante todo con finalidades administrativas, de control militar y de protección del conjunto del territorio. Pero una vez construidas, esas infraestructuras proporcionaron vías que facilitaron el flujo de mercancía, trabajo y capital.[14]
El Estado, entonces, se encarga de generar entornos atractivos para la inversión de capital. Cuando los capitales excedentes generados en economías regionales subestatales no encuentran empleo rentable dentro del país, el Estado debe recurrir a las prácticas imperialistas en el sistema interestatal. Los flujos moleculares, sobre todo del capital financiero, deben ser orientados en su beneficio tanto interna como externamente[15]
El estado opera en la dimensión espacial, pero las soluciones a la acumulación requieren el estudio de la teoría de la crisis y de las soluciones espacio-temporales de la misma. Harvey pone en el mismo nivel la teoría del estado y la teoría de la crisis, ambas responden a lógicas diferentes, a la lógica de lo político y de lo económico por separado. Siguiendo a Brenner, Harvey sostiene que el capitalismo tiende a generar crisis de sobreacumulación de manera crónica, esto es, excedentes de capital (mercancías, capital monetario, capacidad ociosa) o de fuerza e trabajo (desempleo). Pero Harvey agrega a esta tesis de Brenner desarrollos propios. Tales excedentes pueden alejarse del circuito primario de la producción y el consumo y ser potencialmente absorbidos por el “circuito secundario” de capital fijo o bien hacia el “circuito terciario” (gastos sociales, salud, educación, gastos de investigación y desarrollo), es decir, inversiones de larga duración que permitan obtener rentabilidad a futuro. En suma, la sobreacumulación da lugar al desarrollo de circuitos secundarios y terciarios de la acumulación que alivian el problema en el circuito primario para volver a formar parte de él en un futuro más o menos cercano.
Algo fundamental, que según Harvey suele ser ignorado, es que la sobreacumulación en los circuitos secundarios y terciaros es la que suele generar crisis generales en el capitalismo, de las cuales las crisis financieras e inmobiliarios constituyen los casos paradigmáticos. Las burbujas de la propiedad inmobiliaria estuvieron en el centro de las crisis financieras de Nueva York en 1973-75, de Japón en 1990 y de Tailandia en 1997.
En el fondo el problema de la sobreacumulación se alivia sólo en el corto plazo, porque de no poder realizarse las mercancías se recurre al sistema de crédito, lo que vuelve mas vulnerable a las economías en crisis. Es inevitable la devaluación y los beneficios para los acreedores. Este proceso tiene dos posibles salidas. Una es la absorción episódica de excedentes: las soluciones espacio-temporales se renuevan una y otra vez, dando sensación de estabilidad global a pesar de las crisis regionales periódicas. La otra es la exacerbación de la competencia internacional con múltiples centros dinámicos de acumulación enfrentados para resolver sus problemas de sobreacumulación.
Con este esquema, Harvey hace una reinterpretación del imperialismo clásico de finales del siglo XIX: para no absorber los problemas de la sobreacumulación mediante reformas sociales internas y concesiones al movimiento obrero se emprendían políticas imperialistas en busca de soluciones espacio-temporales[16]. En la actualidad estos mecanismos son necesarios para mantener la reproducción ampliada de capital y contrarrestar la tendencia a la sobreacumulación, pero si esto falla es necesario garantizar la acumulación por otros medios. De eso se trata la “acumulación por desposesión”.La geografía histórica del capitalismo ha sido configurada por ambos procesos “la reproducción ampliada” y la “acumulación por desposesión”. En la última etapa la segunda prevalece como forma dominante sobre la primera. Y lo que es muy importante, da lugar a luchas diferentes en ambos planos. Los mecanismos que Marx había caracterizado como propios de la etapa de “acumulación originaria” continuaron proliferando durante el desarrollo del capitalismo. Como el crédito y el capital financiero a comienzos del siglo XX, en la actualidad los mecanismos de la acumulación por desposesión consisten en la privatización de la tierra y la expulsión forzad de los campesinos, la mercantilización de la naturaleza (tierra, agua, aire), la supresión de formas alternativas de producción (indígenas, por ejemplo), la privatización del agua, de la educación, etc.; lo que constituye “una reedición a escala gigantesca del cercado de tierras comunales en la Europa de los siglos XV y XVI.”[17].
Todos estos despliegues habilitan a hablar de un “nuevo imperialismo” y la “acumulación por desposesión” como los mecanismos centrales del capitalismo actual para resolver su crisis, si analizamos la situación “desde la perspectiva de larga duración” y desde un “materialismo histórico- geográfico”[18] que da lugar a un “desarrollo geográfico desigual”[19].
A pesar de la buena recepción que tiene en Harvey el trabajo de Brenner el historiador británico le cuestiona numerosos aspectos de su caracterización del Nuevo Imperialismo. Veamos algunas de las críticas mas destacadas. En primer lugar Brenner niega que existan dos lógicas diferenciadas o en contraste, esto es, la lógica capitalista y la lógica territorial, sino mas bien una de ellas, la lógica del capital, puesto que la acumulación de control sobre el territorio no es un fin en sí mismo y no se contradice con los intereses del capital. En ese sentido, Brenner señala que los requerimientos del capital en general pueden no ser compatibles con la existencia de un “sistema de múltiples estados” -cuyo origen histórico se encuentra en los múltiples sistemas feudales – pero no porque exista un conflicto entre el interés estatal y el interés del capital sino mas bien porque los estados defienden los intereses de su propio capital nacional, lo que los explica la rivalidad entre los estados capitalistas propia del imperialismo clásico. [20].
En este punto Brenner señala que Harvey, en parte por seguir a Anna Harendt con su idea de caracterizar el Imperialismo a partir de una nunca finalizada acumulación seguida de un siempre expansivo poder estatal, no distingue la diferencia entre el imperialismo clásico del período 1884-1945 y el período 1945-2000. En este segundo período más que a una rivalidad o conflictos intercapitalistas asistimos a un liderazgo estadounidense que no privilegio la expansión territorial y que fomentó la recuperación del capital europeo y japonés, ciertamente en el marco de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Brenner sugiere una especie de asociación kautskiana entre las grandes economías que, no obstante, no fue manejada exitosamente, por lo cual asistimos a la crisis de sobreacumulación que esta mostrando sus efectos.
Algunas consideraciones sobre la crisis y las finanzas
En relación a la crisis, Brenner también discute la idea de sobreacumulación de Harvey por considerarla cercana a la teoría del profit squezzy que el primero tanto se ha ocupado de criticar y por considerarla el resultado de un análisis mas propio de la situación de Estados Unidos que de la economía mundial. La crisis disparada en 2008, según Brenner, responde a la sobreproducción del sector manufacturero industrial que muestra la economía mundial desde la década de los setenta.[21]. Ella esta en la base de las sucesivas expansiones bursátiles que estallaron en los 80, los 90, en la crisis de las empresas “punto com” de 2001 y ahora en la crisis del sector inmobiliario de 2008. En una economía que atraviesa un largo declive, los estados debieron emitir deuda, de formas cada vez más barrocas para mantener la demanda ante la caída de las tasa de crecimiento:
En definitiva, la cuestión es que, desde 2000, en EEUU y en todo el mundo capitalista avanzado, hemos sido testigos del crecimiento más débil de la economía real desde el final de la II Guerra Mundial en paralelo con la mayor expansión de la economía financiera o virtual de toda la historia de EEUU. No hace falta ser marxista para darse cuenta de que esto no puede durar.
En parte por estos motivos, a pesar del interés que Harvey muestra por las finanzas, Brenner no comparte que se las vincule con los mecanismos de acumulación por desposesión cuando es un desarrollo propio de la acumulación de capital. Mas aún, la noción misma de “acumulación por desposesión” le parece desacertada porque agrupa una larga lista de mecanismos que no se diferencian de manera sustantiva de la propia competencia capitalista. Según Brenner, la acumulación por desposesión, en caso de ser operativa, debería describir un proceso de creación de las precondicones sociopolíticas par la expansión de la reproducción del capital que debe distinguirse de la acumulación en sí misma.
Como se ha mencionado, el papel de las finanzas internacionales en la nueva fase del capitalismo esta abundantemente trabajada por Harvey. La caída del régimen de Bretton Woods y la crisis del petróleo de 1973 dieron paso a la incursión de los organismos financieros internacionales como instrumentos fundamentales para restaurar el poder de clase. Par Harvey la crisis fiscal del estado se expresaba en la bancarrota del la cuidad de Nueva York y allanó el camino para la prácticas neoliberales basadas en la austeridad monetaria, luego de años de extrema liquidez nacional e internacional. Los economistas monetaristas del FMI impulsaban las políticas de ajuste estructural en los países endeudados. Estas medidas se convirtieron en los años noventa en políticas globales con el “consenso de Washington”.La caracterización del neoliberalismo como “destrucción creativa”, célebre expresión acuñada por Schumpeter , refiere a los resultados derivados de los mecanismos de acumulación por desposesión: “Si el principal efecto del neoliberalismo ha sido redistributivo en lugar de generativo, había que encontrar modos de transferir activos y canalizar la riqueza y los ingresos sea de la masa de la población a las clases altas o de países vulnerables a los más ricos”[22]. Estos procesos son los mencionados mecanismos de acumulación por desposesión. A éstos Harvey propone agregar las rentas de los derechos de propiedad intelectual, la privatización de la seguridad social y otros derechos del período socialdemócrata[23].
Recientemente, Harvey recupera la idea del economista Gerard Dumenil, que ha analizado profundamente el papel de las finanzas internacionales, de definir el “neoliberalismo” como un proyecto de los sectores dominantes, de las clases altas de los países centrales para recomponer su posición dominante luego de los retrocesos registrados en el período socialdemócrata de los años sesenta y setenta[24]. Sin embargo, a diferencia del economista francés, el geógrafo pone el origen del proceso en la crisis del 73 y no en el giro monetarista de la política económica estadounidense de 1979[25]. La magnitud de la crisis financiera en curso obliga a tomar seriamente los análisis de los autores mencionados así como la demostrar la manera en que la crisis expresa las contradicciones a las que el capitalismo nos conduce aceleradamente.
Para Harvey el capital está permanentemente en expansión. Una vez que se agota los potenciales beneficios huye en búsqueda de nuevas oportunidades de rentabilidad. La acumulación propia de la etapa actual y sus mecanismos son muy variados y requieren necesariamente la existencia de algún “exterior”, ya sea preexistente (formaciones sociales no capitalistas, tierras vacías, nuevas fuentes de materias primas o sectores sociales aún no proletarizados como la educación) o creado a tal efecto[26]. La dinámica “interior-exterior” plantea una diferencia con el planteo de Toni Negri en Imperio, donde el filósofo italiano señala que ya no existe un “exterior” al capitalismo dado que el Imperio ya ocupa todo el espacio global. Para Negri el capitalismo ya penetró todos los espacios, no quedarían espacios no capitalistas. La diferencia entre Norte y Sur, de la escuela mundo, o países centrales y países periféricos, de las teorías de la dependencia, oculta la influencia recíproca que distribuye las desigualdades entre ambos según múltiples líneas de fractura. En suma, entre estos conceptos no hay diferencias de naturaleza sino de grado[27]. La diferencia parece estar en que Negri considera que las relaciones capitalistas incumben actualmente a todos los países del mundo y para Harvey no son las relaciones sociales sino las condiciones de rentabilidad de los capitales las determinantes de la expansión, y por lo tanto se requieren oportunidades nuevas de acumulación en espacios aún donde ya existen relaciones sociales capitalistas. El imperialismo actual utiliza a los gobiernos para privatizar, para brindar nuevas oportunidades a la acumulación en sectores donde antes no era posible[28].
A modo de conclusión
David Harvey, Robert Brenner y Giovanni Arrighi, son excelentes conocedores de su tiempo y de las disciplinas que intentan interpretarlo. Por su formación historiográfica y sus argumentaciones abundan en hechos, procesos históricos y sociales y todos cuestionan el orden establecido por el capital. Todos ellos se ocupan de la evolución del capitalismo y de los principales estados capitalistas Harvey también señala explícitamene la necesidad de tener una teoría marxista del Estado capitalista, sin embargo al igual que estos autores muestra poco interés por el debate existente desde los años setenta y que aún permanece abierto[29].En su libro de finales de los años noventa La condición de la postmodernidad, mostraba afinidad en este punto con el trabajo de los regulacionistas franceses. Estos últimos tampoco reconocen suficientemente que si bien los estados pueden generar lazos específicos con capitales nacionales persiguen sus propios intereses y no suelen discriminar en función de la nacionalidad de los capitales para retenerlos dentro de sus fronteras.[30]
Y del mismo modo, Harvey va demasiado lejos al adjudicar al capital una lógica y una coherencia excesiva, cercana a cierto economicismo[31]del que Brenner y Arrighi tampoco están exentos. En su teoría de la crisis, al insistir en la competencia entre capitales como factor explicativo Brenner desplaza antagonismo entre capital y trabajo como argumento fudamental [32]. Harvey en cambio se ocupa de las resistencias al nuevo orden imperial. Según él, las alternativas al neoliberalismo han generado variadas formas de lucha social y política en todo el mundo, muchas veces difíciles de conectar. Harvey apela a la lucha de clase para caracterizar esta situación pero…
Tampoco significa necesariamente (si alguna vez debiera haberlo hecho) que podamos apelar a alguna simple concepción del proletariado como el agente primordial (para no decir exclusivo) de la transformación histórica. No existe un campo proletario de fantasía utópica marxiana la que podamos apelar. Señalar la necesidad e inevitabilidad de la lucha de clases no es decir que la forma en la que la clase está constituida es determinada o incluso determinable anticipadamente. Los movimientos de clase se hacen a sí mismos, aunque no bajo condiciones de su propia elección. Y el análisis muestra que esas condiciones están actualmente bifurcadas en movimientos alrededor de la reproducción expandida- en la que la explotación del trabajo salariado y las condiciones que define el trabajo social son temas centrales- y los movimientos alrededor de la acumulación por desposeimiento- en los que todo desde las formas hasta las depredaciones producidas por las formas contemporánea del capital financiero constituye el centro de la resistencia. El encuentro del vínculo orgánico entre esas diferentes corrientes de clase es una tarea teórica y práctica urgente.[33]
Harvey reniega en esta cuestión de las apreciaciones de Negri en Imperio sobre todo por la estrategia de organización política de los trabajadores que se deriva de ella, pero no por las apreciaciones teóricas del autor[34].
La lucha contra el neoliberalismo para Harvey debe entonces articular a los movimientos alrededor de la acumulación ampliada y los movimientos alrededor de la acumulación por desposesión – esto es, el movimiento obrero y los movimientos sociales-, sin una jerarquía establecida de antemano. Mientras para Harvey los nuevos movimientos sociales son una respuesta al neoliberalismo, se oponen a la “acumulación por desposesión”, entendida como privatización y mercantilización (y la política posmoderna es una respuesta a las exigencias de libertad de los movimientos estudiantiles del 1968, una libertad “en la esfera del consumo” [35]) para Negri son la expresión de la multitud, dentro del imperio y contra el imperio[36], resultado de las transformaciones del proceso productivo donde la clase obrera industrial como tal no detenta ningún privilegio político sobre otros tipos de trabajadores, ni tampoco sobre precarios o desocupados, trabajadores agrícolas, trabajo reproductivo femenino o migrantes[37].
En suma, y por todo lo expuesto, a pesar de las evidentes diferencias entre los pensadores y las escuelas, la teoría de la crisis, la teoría del Estado capitalista y la teoría del Imperialismo - ya sea el imperialismo clásico, el Nuevo o el Imperio- siguen proporcionando elementos para dar cuenta y cuestionar a la vez a un capitalismo fuera de control y a la vez debilitado a cuya crisis asistimos de manera recurrente.
Bibliografía
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[1] Brenner, R. (1998): “The economics of global turbulence, New Left Review nº 229, may-june 1998. Traducción en Cuadernos del Sur nº 31, Abril de 2001.
[2] Brenner, R. (2003): “Después el Boom. Un diagnóstico sobre la economía mundial” en Cuadernos del Sur nº 35, mayo de 2003. Arrighi señala que Brenner se concentra demasiado en las acciones de los gobiernos y omite la acción de las empresas en este período.
[3] Véase los trabajos de Francois Chesnais, Gerard Dumenil y Dominique Levy, y Michel Husson.
[4] Brenner R. (2008): “Una crisis devastadora”. Against the Current Nº 132, enero-febrero 2008-02-06.
[5] Arrighi, G. (2007): “La economía social y política de la turbulencia global.” Revista Globalización, Buenos Aires, Julio de 2007.
[6] Ibíd.
[7] Arrighi, G. (2007): op. cit.
[8] I Arrighi, G. (2007): op. cit .
[9] Bonnet, A. (2002): “La globalización y las crisis latinoamericanas”, Universidad de Quilmes, Argentina.
[10] Entrevista a Giovanni Arrighi en Revista Herramienta Nº 38, Buenos Aires, Junio de 2008.
[11] El trabajo teórico de Harvey comienza en los años cincuenta y sesenta con el estudio de la transformación de la infraestructura urbana en Baltimore, lo que le despertó el interés por la relación entre el uso capitalista del espacio urbano derivado del desarrollo inmobiliario y la acumulación de capital. El boom de las viviendas en áreas suburbanas de las grandes ciudades en Estados Unidos y el despoblamiento relativo de los centros urbanos modelaron la forma de entender la acumulación capitalista y su diagnóstico sobre la situación actual. Entrevista a David Harvey en Revista Herramienta Nº 26, Buenos Aires, Julio de 2004.
[12] Harvey, D. (2003): El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, p.92.
[13] Ibíd., p .83.
[14] Ibíd., p. 91.
[15] Ibíd., p. 92.
[16] Harvey, D. (2003): op cit, p. 105.
[17] Ibíd.,p. 118.
[18] Harvey, D. (2003): op cit ., p 21.
[19] Harvey señala en una entrevista en 2004 que existen muchos tipos de imperialismo, cuyas formas cambian según las épocas y los países. El desplegado por Estados Unidos era diferente al típico colonialismo europeo, y estaba basado en un control indirecto mediante e estados clientes u hombres fuertes apoyados militarmente Pero desde los años setenta este imperialismo se comenzó a ejercitar a través de las instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Después del 11-S el imperialismo financiero se transformó en un imperialismo de tipo militar, con intervenciones directas en el territorio como en Irak En cambio el Imperialismo europeo prefiere medios económicos y políticos Entrevista a David Harvey en Revista Herramienta Nº 26, Buenos Aires, Julio de 2004
[20] Brenner, Robert (2006): “What Is, and What is Not, Imperialism?” Historical Materialism Nº 14:4, pp. 79-105., pp 83-85.
[21] “Las fases alcistas históricas de los mercados financieros en los 80, 90 y 2000 –con sus transferencias sin precedentes de ingresos y activos hacia el uno por ciento más rico de la población— han distraído la atención del progresivo debilitamiento real a largo plazo de las economías capitalistas avanzadas. Todos los indicadores económicos de EEUU, Europa occidental y Japón –crecimiento, inversión, empleo, salarios— han ido deteriorándose desde 1973, década tras década, y ciclo económico tras ciclo económico.” Brenner Robert (2008): “Una crisis devastadora”. Against the Current Nº 132, enero-febrero 2008-02-06.
[22] Harvey, David (2007): op cit.
[23] En relación a la dinámica económica reciente, Harvey subraya que a partir de las crisis financieras de finales de los años noventa se impusieron devaluaciones regionales localizadas para que el capital excedente se apodere de los capitales devaluados a precios de saldo y aporte nueva vida a la acumulación, como habría sido el caso del Sudeste de Asia y Rusia. Desataca el trabajo de Peter Gowan donde se señala que Estados Unidos desde 1973 se nutre de las crisis financieras de los demás países porque la fuga se dirige al centro financiero de Wall Street, proyectando hacia el exterior su poder financiero; Una de las funciones principales de la intervención estatal y de las instituciones internacionales consiste en organizar las devaluaciones de forma que permitan la acumulación por desposesión sin provocar el colapso general; esa es la finalidad de los programas de ajuste estructural administrados por el FMI.
[24] Duménil, G. y Levy. D. (2004): “El imperialismo en la era neoliberal” en Cuadernos del Sur Nº 37, Mayo de 2004.
[25] Harvey, David (2007): “El neoliberalismo como destrucción creativa.”www.rebelion.org 8/4/2008, con fuente en The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 2007.
[26] Harvey, D. (2003): op cit p. 114.
[27] Negri, A. y Hardt, M. (2002): op cit, p. 295.
[28] Entrevista a David Harvey en Revista Herramienta Nº 26, Buenos Aires, Julio de 2004.
[29] Nos referimos al debate que involucra a autores pertenecientes a tradiciones mrxistas diversas como Ralph Miliband, Nicos Poulantzas, Joachim Hirsch, John Holloway, Werner Bonefeld, Antonio Negri y Bob Jessop, entre muchos otros.

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