Los buenos y los malos
Luis Javier Garrido
del maldenominadas
el crimen organizado, ha fracasado por completo y sólo los panistas parecen no darse cuenta de ello.
1. La ejecución de siete personas, en su mayoría jóvenes –entre ellos el hijo del poeta Javier Sicilia–, el pasado 28 de marzo en las cercanías de Cuernavaca, ha constituido un momento de viraje en la actitud de los mexicanos ante lo que acontece, pues ha colmado a amplios sectores que hasta ahora habían permanecido pasivos ante la depredación del país llevada a cabo por el gobierno calderonista, y se están sumando ya a los sectores más conscientes de la población manifestando por todos los medios su hartazgo ante las políticas con las que el gobierno del PAN ha ido hundiendo a México en lo que va de este sexenio y que no dudan ya en calificar de
criminales.
2. Las imágenes de diversos noticiarios de televisión del miércoles 6 de abril tras las manifestaciones llevadas a cabo en Cuernavaca y otras ciudades del país no dejan lugar a dudas del sentir popular pues, al igual que con sus pancartas, los asistentes gritaban
que se vayan,
¡Fuera Calderón!y
los asesinos están en Los Pinos, a pesar de que varios de los medios masivos intentaron presentar las movilizaciones como una demanda al gobierno para extremar sus políticas represivas o buscaban culpar del crimen al gobernador panista Marco Antonio Adame, molestos por la filtración de la información en la que el procurador estatal había afirmado que serían militares los responsables del homicidio de Juan Francisco Sicilia y sus compañeros.
3. Las ejecuciones de Cuernavaca han puesto de esta manera a discusión de nuevo la cuestión central de lo que acontece: ¿dónde está el lindero que permite distinguir las acciones de las fuerzas armadas
del Estadoy de las agencias estadunidenses, que están actuando de continuo violando la ley para amedrentar al pueblo y defender ciertos intereses del narco asociados a la
clase políticay financiera oficial, y las fuerzas armadas de los otros cárteles?
4. La militarización de México o “guerra contra el narco”, impuesta al gobierno de Felipe Calderón por Washington a cambio de respaldarlo en la elección fraudulenta de 2006, ya se sabe que buscaba desde un principio generar un escenario de caos y amedrentamiento, que permitiese a Estados Unidos controlar más directamente el aparato de Estado mexicano con el pretexto de velar por su
seguridad interna, pero en realidad para adueñarse de nuestros recursos estratégicos, y a los panistas usufructuar el poder político en beneficio de diversos grupos mafiosos, y por lo mismo esa supuesta
guerrase sustentó en un discurso maniqueo y mentiroso que pretendía que se libraba entre las fuerzas
del bieny las
del mal. Es decir, el mismo discurso que a Washington le ha permitido, de Afganistán e Irak hasta Libia, tratar de alcanzar objetivos económicos, uno de los cuales es desde luego el de reordenar en su beneficio el mercado del narcotráfico.
5. La revisión de algunos de los episodios más terribles de este sexenio muestra que en buena parte de ellos no se trató de masacres cometidas por “loscárteles”, como dijo la versión oficial con la lógica de
los buenosy
los malos, sino de crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad del Estado por diversos motivos: la política de amedrentar a los jóvenes y a los sectores marginales, la connivencia de sectores de esas fuerzas de seguridad oficiales con grupos del narco, la represión ciega y no controlada de un personal poco preparado, los errores. En suma, la fascistización a la colombiana de las fuerzas oficiales.
6. Y aquí surge otra pregunta: ¿cuáles son los intereses de las elites políticas y financieras de Estados Unidos en el negocio? El actor estadunidense Edward James Olmos, de origen mexicano, que acudió a Cuernavaca a solidarizarse con el poeta Javier Sicilia y el movimiento de repudio a las políticas oficiales, tuvo serios problemas al ser entrevistado el miércoles 6 para explicar por qué en Estados Unidos, que es uno de los principales productores y el mayor consumidor de drogas en el mundo, las agencias estadunidenses no combaten a los cárteles como lo hacen en México y nadie acusa a la Casa Blanca de tener un entendimiento con
el crimen organizado. Como tampoco hay políticas de “guerra contra el narco” en Rusia, en Francia, en Turquía o en España, o incluso en el Afganistán ocupado por el Pentágono, en donde los cártelesoperan con plena libertad.
7. La resistencia popular tiene que hacer frente a un desafío cada vez mayor, pues las políticas estadunidenses lejos de moderarse son cada vez más agresivas, como muchos no parecen darse cuenta, y la sumisión del gobierno panista (y del PRI) es absoluta. El almirante James Winnefeld (jefe del Comando Norte) señaló el martes 5 ante el Congreso estadunidense que el gobierno de Felipe Calderón debe llevar su “guerra contra el narco” a la frontera sur, lo que fue reiterado ese mismo día en Cancún por Michele Leonhart (directora de la DEA) en la 28 Conferencia Internacional contra las Drogas, y nadie refutó esta tesis desde el gobierno.
8. La responsabilidad de Calderón y de los panistas en esta
guerra, que no es contra el narco sino contra México, la comparte de manera fundamental el PRI, que avaló la designación como nueva procuradora de la República de la abogada Marisela Morales Ibáñez, quien ha dado muestras de falta de probidad y carencia de preparación para el cargo, y cuya designación anuncia que sólo va a fungir como marioneta de las agencias estadunidenses. Humberto Moreira, nuevo presidente del PRI, resultó bravucón en público pero agachón ante Calderón y Estados Unidos, y debe aceptar su corresponsabilidad en la violencia ciega que prevalece en el país y en el hecho de que las cámaras federales no constituyan un contrapeso ante las políticas del panismo, ni mucho menos una instancia de defensa de la soberanía nacional.
9. El hecho de controlar más directamente a la PGR no va a frenar a Washington de ejercer cada vez más presión contra el débil gobierno mexicano. Robert Mueller, director de la FBI, declaró el día 6 ante un subcomité de la Cámara de Representantes que la violencia en México ha alcanzado niveles
sin precedentes, que reconoció son mayores que en los años de la Revolución Mexicana, lo que, insistió, amenaza a Estados Unidos (ignorando, desde luego, la responsabilidad de Washington en ello), e instó a extremar las políticas actuales.
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