jueves, 3 de marzo de 2011

Marcial Maciel por Aristegui: La historia no ha acabado

El nuevo libro de Carmen Aristegui

Marcial Maciel por Aristegui: La historia no ha acabado
Por Laura Campos Jiménez

El pasado 28 de noviembre –en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara–, la periodista Carmen Aristegui presentó su nuevo libro, Marcial Maciel. Historia de un criminal, editado por Grijalbo.

La idea de escribir este libro, refiere la autora, “es que todo lo ocurrido en torno al caso Maciel no quede en el olvido o en el simple anecdotario […]. De eso trata este libro, de la reconstrucción de los más importantes capítulos que, a lo largo de décadas, dieron lugar a esta saga de crimen, complicidad, encubrimiento, mentiras y estulticia que ha llegado a los más altos niveles de la jerarquía y del mundo empresarial y mediático, así como a amplios espacios de la sociedad, tanto en México como en los diferentes países en donde la Legión tiene asentados sus reales (p. 32).

En su nuevo libro, de 295 páginas, Carmen Aristegui recoge los testimonios de cinco ex legionarios que fueron sometidos a los abusos de Marciel Maciel: José de Jesús Barba Martin, Saúl Barrales, Arturo Jurado Guzmán, José Antonio Pérez Olvera y Juan José Vaca Rodríguez. “En la memoria quedará la firmeza moral del grupo de ex legionarios que decidieron emprender este camino, sabedores de tener casi todo en contra”, apunta la periodista (p. 18).

En total, son 17 las entrevistas que Aristegui presenta en su libro, en donde destacan los comentarios de Bernardo Barranco, Roberto Blancarte y Alberto Athié; éste último, como un sacerdote diocesano que “llegó hasta las últimas consecuencias, renunciando incluso a su ministerio sacerdotal” (p. 18).

En estas páginas se pueden leer los testimonios de tres de los hijos de Maciel: Omar, Raúl y Christian González Lara, y de Blanca Lara, madre de estos y pareja por décadas del controvertido religioso. Dentro de los argumentos de esta familia se incluyen las graves acusaciones de Omar y Raúl sobre abusos sexuales de su padre en contra suya. Se transcribe íntegra la entrevista que Carmen Aristegui realizó en su programa radiofónico Noticias MVS con la familia biológica de Maciel.

En la obra reseñada se encuentran los testimonios de Luis Garza Medina, vicario de la Legión (transcrito de una “grabación clandestina”), del periodista Jason Berry y del abogado Jeff R. Anderson, entre otros.

Cabe destacar que en los anexos de dicha obra, se encuentran una serie de documentos, algunos de ellos inéditos, que por su importancia y en el contexto de esta historia, explican por sí mismos el modus operandi de las altas esferas eclesiásticas respecto al “caso Maciel”.

¿Qué es “el caso Maciel”?

El periodista Miguel Ángel Granados Chapa, quien escribe el prólogo del libro, hace una interesante reseña:

“[...] Leyendo sus páginas se asiste a la mayor crisis de la Iglesia católica en el mundo contemporáneo, la de la pederastia clerical […]. Al revelar [Aristegui] el retrato del delincuente codicioso queda también al descubierto la naturaleza de la Legión, esa máquina de hacer dinero, cuyo patrimonio es una suerte de botín en disputa entre el Vaticano y los todavía no claramente frustrados herederos de Maciel (p. 15).

“¿Qué es ‘el caso Maciel’? Se trata de la doble vida del creador de la Legión de Cristo, que fue declarado modelo para la juventud por el papa Juan Pablo II […], cuando en los años cincuenta la noticia acerca del comportamiento perverso de Maciel había provocado una indignación sobre su conducta, emprendida por el Vaticano. De ella, sin embargo, quedó exonerado, no porque se le encontrara inocente de los cargos que se le imputaron, sino porque ya surtían efecto sus relaciones con la curia vaticana, alimentadas por la largueza con la que se conducía frente a ellos el ambiguo sacerdote, que procuraba proyectar una imagen de santa severidad y que era un dictador que imponía sus perversiones a quienes estaban obligados a callar y a los que hacía incurrir en pecados de los que el mismo pederasta los absolvía, y contra los cuales predicaba en sus homilías”, anota Granados Chapa (pp. 12-13).

A pesar de las atrocidades en comento, las víctimas de Maciel –escribe Granados Chapa– fueron “tildados de escandalosos, y sometidos al escarnio público que aumentaba el pesar que el abuso cometido en su contra les había generado.

“Maciel no fue nunca punido con la severidad que reclamaban sus inmorales conductas –la pederastia fue solo una de ellas–, pero perdió la imagen de santidad que lo aureolaba. Desde Roma misma, donde se le brindó apoyo e impunidad durante décadas, brotaron uno tras otro documentos que disminuyeron su poder y, finalmente, debieron admitir y condenar la doble vida de Maciel”, concluye el columnista (p. 14).

Llamar a cuentas al más alto jerarca de la Iglesia católica: un paso impostergable

En la introducción del libro Marcial Maciel. Historia de un criminal, Carmen Aristegui hace un recorrido histórico, puntual e impecable, sobre el protervo perfil del fundador de los Legionarios de Cristo, así como de las redes de complicidades que le permitieron seguir cometiendo los dichos abusos:

“Joseph Ratzinger, como pocos en el Vaticano, ha tenido información directa, durante años, sobre las conductas criminales del fundador de los Legionarios de Cristo. Conoció lo que él mismo describió a principios de mayo como el sistema de relaciones que a Maciel ‘le permitió ser inatacable durante mucho tiempo’. Él sabe de primera mano de lo que está hablando. El caso Maciel, tan siniestro como prolongado, y otros ahora conocidos, coloca al pontífice en el delicado papel de juez y parte. Hoy como nunca, en los tiempos modernos, queda la puerta abierta para llamar a cuentas al más alto jerarca de la Iglesia. El desarrollo democrático de los países, los principios universales de los derechos humanos y la fuerza adquirida por las instancias de justicia internacional, hacen creíble la idea de que hoy por hoy se podría, y debería, enjuiciar a un sumo pontífice (p. 22).

“Hay otros hechos en los que se acusa a Joseph Ratzinger por encubrir y ocultar a sacerdotes que abusaron de niños y seminaristas. The New York Times ha documentado que Ratzinger, cuando era obispo de Munich, encabezó una reunión en enero de 1980, en la que se autorizó que un sacerdote pederasta, el padre Hullermann, fuera trasladado a la congregación de Essen en Alemania, en donde vuelve a tener contacto con otros niños. Pocos años después Hullermann es encontrado culpable de abusar sexualmente de menores en una parroquia de Bavaria. ¿Cómo responde hoy el pontífice de su propia conducta en aquellos años, eludiendo la justicia y la acción penal en contra del sacerdote?”, puntualiza Aristegui (p. 23).

Crisis en la Iglesia católica

Benedicto XVI, escribe la autora, “vive una crisis de confianza y liderazgo sin precedentes, no sólo por los recientes escándalos de pederastia dentro de la Iglesia católica, sino por el fracaso para enfrentar los retos que el presente le impone a la humanidad y a la propia Iglesia (p. 23).

“El histórico comunicado del 1º de mayo de 2010 de Benedicto XVI –que significó la defenestración post mortem de Marcial Maciel– era trascendente no sólo porque reconocía las conductas execrables del fundador, sino que aceptaba de cierta manera la existencia de una red de silencio y complicidad que lo protegía: ‘Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del padre Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de un verdadero sentimiento religioso […] El padre Maciel había sabido hábilmente crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático’ (p. 19).

“Benedicto XVI terminó por caer en cuenta que una investigación seria sobre encubrimiento o complicidad lo haría topar con su propia figura y la de su antecesor, Juan Pablo II, quien resultó ser el más grande protector de Marcial Maciel (p. 20).

“La historia parecía haber terminado con la muerte del superior legionario en 2008, pero dio un vuelco y su caso tuvo un cambio cualitativo a la par de las condiciones que vive hoy la Iglesia en sus conjunto, sumida en una crisis de credibilidad por los escándalos revelados en distintas partes del mundo, y por un fenómeno de ‘encubrimiento masivo’, como lo llamara el ahora fiscal general de Massachusetts, Tomás Reilly. Esta expresión se refiere a la conducta institucional de la Iglesia católica al proteger a cientos de sacerdotes que habrían perpetrado abusos contra más de 1000 menores en la arquidiócesis de Boston desde 1940″, anota Aristegui.

Norberto Rivera (izquierda), Girolamo Prigioni y Marcial Maciel (1997).

Norberto Rivera (izquierda), Girolamo Prigioni y Marcial Maciel (1997).

Norberto Rivera: ¿Legionario de Cristo?

Roberto Blancarte, en la entrevista que le concede a Aristegui, toca el tema del cardenal Norberto Rivera y su relación con el sacerdote Marcial Maciel y su congregación:

“Norberto Rivera es de los que, aunque no lo admita, se hizo cercano y estableció alguna complicidad con los Legionarios de Cristo. Los utilizó durante mucho tiempo, por ejemplo, para formar su departamento de medios de comunicación; seguramente estableció muchas relaciones y es cuando uno empieza a entender sus posiciones de defensa de cosas indefendibles. Era obvio en su caso. Está comprobado en sus declaraciones, lo dijo y lo siguió defendiendo. Y de hecho ahora mejor ya se calló […] En sus homilías sólo hay referencias muy vagas y ambiguas y hasta ahí. Más bien su verdadero trabajo ha sido tratar de deslindarse para que no le toque el lodo que está saliendo (p. 120).

“Ahora, los obispos y los arzobispos han dicho muchas mentiras, que ellos no se metieron a resolver problemas porque no era de su jurisdicción; lo cual es completamente falso. Cada obispo tiene control sobre lo que sucede en términos gubernamentales, legislativos y judiciales en su diócesis o arquidiócesis, así que todo lo que hicieron los Legionarios de Cristo en la arquidiócesis de México era responsabilidad del arzobispo de México” (p. 121).

“En el caso de los Legionarios es muy importante ligar a Marcial Maciel con su obra, con el modelo de congregación que tuvo y que existe todavía. No solo es su pederastia […]. Yo dudo que el entorno cercano a Maciel no supiera nada. Es prácticamente imposible”, concluye el doctor Blancarte (p. 117).

En relación al cardenal Rivera, a quien la autora señala como “uno de los más claros defensores de Maciel”, la periodista señala: “Llama la atención que el prelado no muestre ninguna intención de disculparse cuando menos ante aquellos a quienes ofendió. Al sacerdote Alberto Athié lo apartó de sus responsabilidades y llegó a echarlo prácticamente de su oficina cuando, siendo sacerdote, solicitaba que se investigará el caso Maciel” (pp. 28-29).

Conclusiones

Una de las conclusiones a las que llega la periodista Carmen Aristegui en su documentado libro, es la perseverancia en la búsqueda de la justicia de muchas personas:

“Después de años de denuncias, y en virtud de una situación ya crítica para la Iglesia, un tramo de verdad se impuso y con ella el triunfo del pequeño gran grupo de personas –varias de las cuales prestan su testimonio para este libro– quienes hasta el final sostuvieron una postura de denuncia […] Con el caso Maciel, la biografía del pontífice alemán permanecerá por siempre marcada por una larga estela de claroscuros y acciones contradictorias, de una voluntad que pareció verdadera, pero que no tuvo la fuerza para culminar la tarea. Como sea, queda aquí para los lectores la fascinante y siniestra historia del sacerdote mexicano. Ésta, la de Marcial Maciel. La historia de un criminal” (p. 33).

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