La crisis en el PRD y la lucha por rescatarlo de los chuchos
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) se enfrenta a la peor crisis de su historia. Producto de la petición de licencia por parte de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se han desatado al interior del partido enfrentamientos severos entre el ala de derechas y el ala de izquierdas.
Dicha crisis ha derivado en que recientemente diversas corrientes pertenecientes al PRD hayan conformado el llamado G8, que aglutina dentro de sí a las corrientes: Izquierda Democrática Nacional, Democracia Social, Unidad Nacional de las Izquierdas, Movimiento Cívico, Izquierda Social, Grupo de Acción Política, Red de Izquierda Revolucionaria y Frente Auténtico Social, quienes han declarado como dos de sus objetivos fundamentales el sacar a Jesús Ortega de la dirigencia de dicho partido y detener la política de alianzas llevada adelante por este personaje.
La petición de licencia de AMLO se da en el contexto de las próximas elecciones en el estado de México (Edomex), donde el PRD no ha definido aún candidato y en donde la derecha del partido pretende imponer la alianza con el derechista Partido Acción Nacional.
Diversos personajes han opinado al respecto de la petición de AMLO, sin embargo detrás de todo ello se esconde el temor por perder al partido que les ha permitido mantenerse activos y que se han encargado de enterrar poco a poco.
Todos estos personajes, como Jesús Ortega, Amalia García, Camacho Solís y demás, se han valido del PRD para mantenerse en la escena política, sin embargo su objetivo ha sido desmembrar paulatinamente al mayor partido de izquierda y con mayor arraigo entre las masas. Desde la dirigencia de Amalia García los comités de base del partido fueron desmembrados, además se eliminó en la práctica la participación activa de las masas.
Los llamados a la unidad a los que cínicamente Jesús Ortega llama no son otra cosa más que un intento de tapar sus verdaderos intereses, ello se ha visto reflejado en el impulso de la consulta ciudadana para el Edomex, misma en la que se definirá si el PRD va en alianza con el PAN.
Otro de los elementos a los que teme la burguesía es al hecho de que se puedan repetir acontecimientos similares a los sucedidos en 2006, en donde sus intereses se vieron en un severo peligro y que son acontecimientos que no quieren volver a vivir, de ahí la brutal campaña para destruir al PRD valiéndose para ello de los chuchos, quienes se han lanzado al rescate del régimen de manera más nítida en estos últimos años.
Detrás de todo ello se encuentra un objetivo fundamental, evitar a toda costa que el PRD sea utilizado por las masas rumbo a 2012, de ahí que la derecha del país y la derecha del partido estén trabajando de manera más coordinada. Una primera confrontación se dio en las elecciones internas de 2008 en donde Encinas ganó la presidencia del PRD y que fue arrebatada por Ortega Martínez.
Todos esos factores, más la política de alianzas impulsada por los chuchos, han hecho que ahora mismo nos enfrentemos a una crisis inédita en la vida del partido. Con el impulso de las alianzas el PRD se ha puesto al servicio del régimen para evitar que dicho partido no sea utilizado por las masas, para neutralizar a AMLO y al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), pero también para rescatar al PAN de todos los descalabros electorales que ha tenido en la última década.
Todos estos elementos han forzado a AMLO a adoptar cuestiones como el voto diferido, tal como sucedió con Iztapalapa, donde fue derrotada la candidata llevada por los chuchos y motivo por el cual personajes como Ruth Zabaleta y René Arce, entre otros, pidieron la expulsión de AMLO del partido, pero que no llegó a darse debido al temor de Ortega porque el movimiento de masas detrás de AMLO respondiera, y que obligó a esos tres pilares de la derecha perredista a dimitir del partido.
Todos estos elementos, sumados al destape de AMLO para ser candidato rumbo a 2012, reflejan las presiones que tanto el PRD como AMLO tienen desde abajo. Las contradicciones son cada vez más fuertes y esto ha obligado a la derecha del PRD a fortalecer sus posiciones llevando adelante a toda costa las alianzas desde 2009, tal fue el caso de Puebla y Oaxaca, entre otros, y haciendo que incluso Ebrard se haya destapado como candidato también.
La brecha entre izquierda y derecha al interno del partido se ha abierto cada vez más producto de todas esas contradicciones, debido a la presión de las masas y también provocada por la debilidad del régimen.
Crónica de una crisis anunciada
En esencia la crisis actual del PRD no es más que la expresión de la contradicción entre la política reformista y las necesidades de las masas que tratan de ir más allá, dando ello como resultado la existencia de dos bandos con perfiles diferentes: unos, la derecha, más vinculados con los intereses de la burguesía, y otros, la izquierda, más relacionados con las demandas de los trabajadores y el resto de sectores oprimidos de la sociedad. Para el caso del PRD, los primeros están representados por dirigentes como Jesús Ortega y Amalia García y los segundos por López Obrador y Alejandro Encinas.
Durante años esas dos expresiones distintas, la izquierda y la derecha del PRD, pudieron cohabitar a pesar de las disputas y los enfrentamientos y llegar a acuerdos. Sin embargo ello ha llegado a sus límites, creándose una situación en la que tanto uno como otro bando necesita derrotar al otro para poder sobrevivir y hacer que su política prospere, abriéndose toda clase de posibilidades al respecto: desde una expulsión de los chuchos seguida de una escisión de derechas (recuérdese que a finales del 2009 ya se presentó una escisión de derechas encabezada por Círigo, René Arce y Ruth Zavaleta, formando los dos primeros el Partido de la Ciudad (PC), aun sin registro, y la tercera terminado en el equipo de campaña del ex candidato priista para Guerrero, Manuel Añorve) hasta una ruptura por la izquierda encabezada por AMLO, lo cual crearía una importante base política para un potencial nuevo partido alterno al PRD, mismo que se quedaría con el aparato de dirigentes de derecha y en el mejor de los casos con una ínfima base social de apoyo.
Sin embargo el partido no llegó a un punto de ruptura, no de forma automática; si bien en los últimos meses se agudizaron las tensiones entre izquierda y derecha dada la determinación de Jesús Ortega y secuaces para imponer las alianzas electorales con el PAN, el proceso de diferenciación entre ambas tendencias maduró a lo largo de varios años. Y en dicho proceso el factor más relevante ha sido la contradicción entre la política de una dirección cada vez más complaciente con el régimen y las aspiraciones de las masas oprimidas y explotadas por transformar su amarga realidad, que una y otra vez se han empeñado en intentar emplear a sus organizaciones tradicionales, en este caso el PRD. Esa y no otra razón es la explicación de fondo para poder entender el contenido de la actual crisis que se vive en el principal partido de izquierda en México.
Durante poco más de una década de vida, el PRD ha estado marcado por un cada vez mayor giro a la derecha impulsado por corrientes como Nueva Izquierda de Jesús Ortega y Foro Nuevo Sol de Amalia García, entre otras. Durante todos esos años hemos visto la manera en que la política de la dirección nacional del perredismo hizo que el PRD evolucionara del “partido movimiento” a una abierta complicidad con el régimen.
Del Partido-Movimiento de AMLO al giro a la derecha de la dirección del PRD
Bajo la tesis del “partido movimiento”, impulsada por AMLO cuando ocupó la dirección nacional del partido (1996-1999), el PRD jugó un papel importante movilizando a su base de apoyo contra la política del régimen (por ejemplo la consulta nacional contra el Fobaproa organizada por el partido del sol azteca entre el 29 y 30 de agosto de 1998 movilizó a más de tres millones de personas a lo largo y ancho de todo el país) e impulsó la conformación de comités de base; dicha política es la que creó un ambiente favorable para que el PRD se recuperara del descalabro electoral de 1994 y pasar a la ofensiva. Cabe recordar que en 1994, con un poco menos de 6 millones de votos, el partido fue relegado al tercer lugar resultando Zedillo y el PRI vencedores con más de 17 millones de sufragios; este resultado se presentó cuando antes, en 1988, el entonces Frente Democrático Nacional (FDN), con Cárdenas al frente, había sido presa de un fraude electoral que llevó a Salinas a la presidencia.
El resultado de la política impulsada por la dirección de AMLO y su táctica de “Partido Movimiento”, mismo que conectó con la rabia contenida de las masas a raíz del enorme costo social provocado por el colapso económico de 1995, fue el de que en las elecciones de 1997 el PRD, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, no sólo apabullaría al PRI y al PAN en la contienda por el DF, año en que por primera vez la jefatura de gobierno de esta entidad sería sujeta al sufragio ciudadano, sino que además su representación en la cámara federal de diputados se incrementaría significativamente pasando de las 65 curules que tenía tras las elecciones de 1994 a las 125. También el período en el que la dirección nacional del PRD estuvo bajo el mando de AMLO el partido ganó las gubernaturas de Zacatecas y Tlaxcala (1998) y de Baja California Sur (1999).
El “Partido Movimiento” marcó la época de los primeros triunfos electorales del PRD. La explicación más importante sobre esta tendencia del PRD tiene que ver con una mayor vinculación con las lucha de masas de aquellos años y, en particular, con una más intensa participación de los militantes del partido organizada por medio de comités de base. Sin embargo la llegada de Amalia García a la dirección nacional (1999-2002) del PRD y la posterior reproducción de direcciones de derecha, se traducirían en un importante vuelco en la vida del partido. Para empezar, con Amalia al frente, la dirección nacional asumiría como principal tarea la de desorganizar y disolver en los hechos prácticamente a todos los comités de base en todo el país y asegurar con ello una escasa o nula participación de los militantes de base en la vida interna del PRD para que en adelante la política del partido fuera definida casi exclusivamente por la dirección y sus diferentes órganos.
Acto seguido, ya sin la base militante siendo un factor de presión y con la derecha controlando el aparato, la dirección impulsó una política cada vez mas comprometida con el régimen.
En este marco fue como el PRD fue transformado por la dirección de derechas en el control del aparato de un partido que movilizó a su base de apoyo contra la aprobación del Fobaproa a otro que, por ejemplo, no sólo no convocó a ningún acto de masas serio para frenar la contrarreforma petrolera de Calderón en 2008 (los verdaderos actos de masas corrieron a cuenta del Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía Nacional liderado por AMLO) sino que incluso algunos de sus senadores, Carlos Navarrete entre ellos, apoyaron y votaron a favor de dicho ataque. No obstante la política desmovilizadora de la dirección, la masiva base de apoyo del PRD caminó en dirección contraria transformándose en el principal componente de los actos de masas convocados por AMLO y otra capa de dirigentes de izquierda del partido, todos ellos en colaboración con el PT y Convergencia.
El vuelco a la derecha impulsado por Amalia García en la presidencia del PRD, misma que tenía como mancuerna a Jesús Zambrano, entonces secretario general del partido y dirigente histórico de los chuchos y Nueva Izquierda, provocó confusión y desconcierto entre la base de apoyo perredista, sembrado la semilla para la derrota electoral del 2000. En víspera de esas elecciones, tras el significativo avance electoral logrado en 1997 y cuando la enorme base de apoyo del PRD se preparaba organizando comités de base por todos lados para ir con todo contra el PRI en el 2000, el partido ¡¡¡fue desmovilizado!!!; por su parte los comités de base fueron reducidos a su mínima expresión (cuestión de la cual aún no se recupera el partido) y el discurso de la capa dirigente se abarató limitándose éste al llamado “tránsito por la democracia”; es decir exactamente el mismo contenido de los argumentos que hoy emplean esa misma capa de dirigentes de derecha para justificar las alianzas electorales con el PAN. De esa manera los amalios y los chuchos le despejaron el camino a Fox cediéndole a éste y a su partido toda la iniciativa en el 2000.
Incluso las cosas llegaron al extremo, por parte de esa capa de dirigentes traidores, a que muchas de sus huestes, como respuesta a la negativa de Cárdenas quien fuera ese año candidato del PRD a la presidencia de la república, llamaron al “voto útil”, es decir convocaron a votar por Fox y el PAN porque, de acuerdo a ellos, esa era la forma segura de arrebatarle la presidencia de México al PRI para, de esta manera, darle paso al “tránsito hacia la democracia”; incluso parte de la estructura estatal y municipal del PRD en diferentes puntos del país controlada por la derecha, fue soterradamente puesta al servicio del “voto útil”.
Una consecuencia más de este giro a la derecha, y que alimentaría aún más el desconcierto y la confusión entre los millones de simpatizantes del PRD, fue la intervención represiva del gobierno del DF, ya bajo la conducción de Rosario Robles, (Cárdenas se encontraba ya de licencia para contender en las elecciones presidenciales) contra los estudiantes universitarios que desde abril de 1999 mantenían una huelga en la UNAM. Esta funesta forma de actuar por parte de Rosario Robles (quien después se jactaría de que no le “tembló la mano”, de acuerdo a sus propias palabras, al momento de enviar las fuerzas represivas contra los estudiantes) fue determinante para inhibir el voto juvenil a favor del PRD en el 2000. Este es un hecho también del cual aún el PRD tampoco termina de recuperarse.
Ya con el triunfo de Fox, y en aras del “tránsito hacia la democracia”, la derecha del PRD configuró frente al régimen una cada vez más abierta y marcada oposición de terciopelo; sin embargo esta política nuevamente entraría en contradicción con un hecho que a lo largo del sexenio del primer gobierno panista quedó más que constatado: el movimiento obrero había entrado en un periodo de franca recuperación.
Sin embargo la obstinación de las masas, y su voluntad de luchar, siempre ha demostrado ser mayor que cualquier clase de obstáculo. En la lucha de clases los trabajadores y el campesinado pobre podrán pasar por fase de intensa actividad a otras de mayor calma, incluso de agotamiento y desánimo, pero jamás renuncian. Cada período de reposo, breve o extenso, para los trabajadores es una fase de recuperación de energías, de reagrupación y de reflexión para obtener las mejores conclusiones del periodo anterior de lucha para emplearlas en una nueva confrontación contra sus enemigos de clase y todo aquel obstáculo que les impida ir al frente. Esta es la dialéctica de la lucha de clases y la fuente de la que brotan toda clase de sorpresas para los dirigentes reformista que viven eternamente ilusionados en su esperanza de poder divorciar definitivamente a los trabajadores de sus organizaciones y controlar al movimiento obrero de forma indefinida.
Ese es el problema que pesa sobre los hombros de la derecha del PRD y de cualquier otra clase de dirigentes que pretendan descarrilar e inhibir los ánimos de lucha de los trabajadores.
Siendo ello así, mientras la dirección de derechas del PRD se disociaba cada vez más del movimiento éste último no cejaba de buscar un cause de expresión. En 2001, primer año de gobierno de Fox, el Producto Interno Bruto (PIB) se desplomó sufriendo una contracción del 0.2%, cuando un año antes había crecido al 7%. En este contexto de estancamiento económico la “luna de miel”, si es que la hubo, fue bastante efímera, pues tras ese resultado las cifras del desempleo terminaron triplicándose al final del sexenio de Vicente Fox (La Jornada 10112006) y la necesidad de los ataques contra la clase trabajadora se intensificaron.
Si bien durante ese periodo la burguesía logro impulsar el ataque contra el régimen de jubilaciones y pensiones de los trabajadores del IMSS, su suerte sería la contraria en los intentos por privatizar Pemex y el resto del sector energético así como en el impulso de la contrarreforma laboral y del IVA en medicamentos y alimentos; en todos estos casos la burguesía y Fox serían certeramente repelidos por los trabajadores en las calles. Todo ello sin olvidar la estrepitosa derrota del proyecto de un nuevo aeropuerto de Fox a cargo de los ejidatarios de San Salvador Atenco en agosto del 2002.
Todo ese ambiente de polarización social también encontraría un referente en el gobierno de AMLO al frente del DF. A diferencia de la política de recortes y ajustes a los niveles de vida impulsados por los del PAN y el PRI, el gobierno del PRD en la Ciudad de México promovió toda una serie de políticas que derivaron en la implementación de un nuevo sistema educativo de enseñanza media y superior, el desarrollo de la red hospitalaria, además de una serie de apoyos y pensiones para grupos vulnerables (adultos mayores, madres solteras, discapacitados, etcétera) por ejemplo. En ese contexto, y ante la sequía de reformas, AMLO y el PRD, a ojos de las masas, se trasformó en un referente y en una aspiración de millones para ser llevada a la silla presidencial en el 2006.
La popularidad de AMLO creció a tal grado que la burguesía y sus partidos terminaron viéndolo como todo un peligro para sus mezquinos intereses al temer que éste, de ganar las elecciones y empujado por el espíritu de lucha de las masas detrás de él, se viera obligado a ir mas allá de las reformas democráticas que ofrecía. Por ello habría que impedir a toda costa que ganara las elecciones y para eso la primera medida fue tratar de impedir que pudiera contender arrebatándole sus derechos políticos por medio del desafuero entre 2004 y 2005. Para mala fortuna de Fox los trabajadores y campesinos respondieron masivamente movilizándose en distintos puntos del país, y en especial en el DF, obligando a la burguesía a retroceder.
Esta nueva derrota contra Fox llenó de confianza a las masas desposeídas para ir de una vez por todas por el triunfo electoral contra los partidos de derecha en 2006; ante ello la respuesta de la burguesía fue la de orquestar el fraude para impedir la llegada de AMLO a la presidencia.
2006, un antes y un después en la vida del PRD
La lucha de masas desatada para derrotar el fraude tras las elecciones del 2 de julio del 2006 inauguraría un nuevo e importantísimo capitulo de la lucha de clases en México.
Respecto a las diferencias ente derecha e izquierda al interior del PRD, el año 2006 marcó el punto de inflexión, es decir, el momento que significó un antes y un después en la vida interna del partido, creando un contexto que gradualmente hizo prácticamente irreconciliables las diferencias entre dichas tendencias políticas, a menos que una de ellas renunciara a su posturas.
En 2006 experimentamos un renacer de la lucha de clases en México como no se había visto en décadas. Desde las magnificas y militantes huelgas mineras (siendo en ese año el caso del Sicartsa el más emblemático, pues para defender la huelga los trabajadores se vieron obligados a enfrentar y derrotar por medio de la fuerza a la policía federal, traduciéndose ello en un saldo de dos sindicalistas muertos) hasta la insurrección revolucionaria de Oaxaca, pasando por la maravillosa lucha contra el fraude electoral que impuso a Calderón en la presidencia de la república, todos ellos fueron acontecimientos que en su conjunto pusieron como nunca en décadas en peligro a la burguesía y al régimen, empujando a nuestros país al espectro del proceso de revolución continental que se experimentaba en América Latina desde hace una década. En dicho proceso, por medio de la lucha electoral, el PRD, mismo que contendió en alianza con el PT y Convergencia, sería empleado por las clase trabajadora y el campesinado pobre como un instrumento para tratar de revertir la política de la burguesía, al tiempo de derrocar a su gobierno llevando a AMLO al poder.
Bajo ese contexto la derecha del PRD, en tanto extensión de la burguesía al interior de éste partido, asumió más clara y decididamente su papel como defensor del régimen. Y como tarea se propuso evitar a toda costa que de nueva cuenta, al igual que sucedió en 2006, el pueblo trabajador se basara en el PRD para lanzar otra enérgica ofensiva contra la clase dominante y sus partidos, el PAN y el PRI. Ello inevitablemente chocó directamente con los anhelos de transformación social de las masas desposeídas.
Con dicho fin, y tras el 2006, el ala de derechas del PRD asumió como uno de sus deberes lograr legitimidad para Calderón reconociéndolo como presidente de la República, ello contradiciendo el sentir de los trabajadores manifiesto por medio del movimiento de masas dirigido por AMLO el cual le dio el carácter de “espurio” al presidente de México. Por otro lado, también como una forma más de reconocer a Calderón, Ruth Zavaleta, embestida como presidente de la Cámara de diputados, no dudó un sólo segundo para poner su rango parlamentario al servicio del presidente espurio, del PAN y del PRI.
Todo ese actuar fue acompañado de rabiosas declaraciones por la derecha perredista en contra del movimiento de masas organizado en torno a AMLO, uniéndose de esta manera a la estridente campaña de lodo orquestada por la burguesía contra el Gobierno Legítimo.
Mientras eso pasaba en la derecha, por el flanco izquierdo del PRD, en particular la capa de dirigentes más relacionados con AMLO, se impulsaban diferentes formas de organización, expresándose de este modo la presión de las masas en búsqueda de una participación en la lucha política mejor organizada, mismas que fueron desde la Convención Nacional Democrática (CND), Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía Nacional, hasta el actual Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena). En todas estas expresiones siempre han participado amplios sectores de la base de militantes del PRD y muchos dirigentes de izquierda de dicho partido, así como del PT y Convergencia.
Ahora, a través de los comités de Morena, dicho movimiento de masas tiene a un número aproximado de 4 millones de afiliados (La Jornada 06122010), contra los 1 millón 300 mil que oficialmente reconoce la dirección del PRD para el caso de éste partido (http://elcapitalino.com/index.php?id=nota&seccion=nacional&ide=941).
Las relaciones más directas con el movimiento de masas de parte de los dirigentes de izquierda los han forzado a tener una mayor identificación con las demandas del pueblo trabajador.
Junto con estos factores, a lo externo del PRD se desarrollaban otra serie de procesos que también tendrían un efecto en la vida interna de este partido. Por un lado la política antipopular de Calderón y la nula respuesta de su parte ante sus promesas de campaña (a la par que atacó a los trabajadores del gobierno federal con la nefasta Nueva Ley del ISSSTE y el despido de 44 mil electricistas tras el cierre de Luz y Fuerza del Centro, donde miles de trabajadores eran lanzados todos los días a las filas del desempleo con la complicidad del presidente del empleo) se tradujeron en sendos descalabros electorales para el PAN en las contiendas locales de 2007 y 2008; ello a la par de una ambiente de cada vez mayor polarización social siendo ésta a tal grado que algunos representantes de la burguesía, tales como el hoy titular de la SHCP, Ernesto Cordero, en agosto del 2009; el entonces gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, en octubre de ese mismo año, y el ex presidente Luis Echeverría, en febrero del 2010ya han advertido sobre el peligro de que en nuestro país se presente un estallido social.
De esta forma el enorme desprestigio de Calderón y su partido, junto al hecho de que a pesar de los ataques que ha concretado contra la clase trabajadora estos no han sido suficientes, desde el punto de vista burgués, quedando aun pendientes las anheladas reformas; laboral, fiscal (IVA en alimentos y medicinas), privatización plena de PEMEX, etc. Ello mismo ha incrementado las divisiones al interior del régimen, exacerbando su debilidad; además, como corolario en este panorama, se desarrollaría la crisis económica mundial misma que impactaría severamente a la economía de México a partir del cuarto trimestre del 2008 y que provocaría su mayor colapso en 70 años durante 2009 (para mala fortuna de Calderón, y de acuerdo al panorama mundial, aun está lejos de haberse dicho la última palabra sobre la crisis y una verdadera y firme recuperación) lacerando aun más a la clase trabajadora junto a la cual, al mismo tiempo, es obligada a padecer las serias secuelas producto de la rémora llamada “guerra contra el narco”.
El rescate del PAN a costa del PRD
Bajo todo ese ambiente plagado de contradicciones en todos los terrenos de la sociedad, la política de auxilio al régimen por parte de la derecha del PRD se volvió más acuciante pasando a un plano más abierto y cínico de colaboración entre esta y Calderón. Para ambos estaba clara la cuestión: evitar que a toda costa todas esas contradicciones sociales tuvieran una expresión electoral y de paso lanzar una cuerda de la cual el PAN se pudiera sujetar para frenar su vertiginosa caída libre electoral.
El giro a la derecha y la política de alianzas de la dirección del PRD han tenido consecuencias fatales para este último partido pues, a consecuencia de ellas, ha perdido las gubernaturas de Zacatecas, ahora en manos del PRI, y de Baja California Sur, la cual fue entregada descaradamente al PAN, y auténticos bastiones electorales como Ciudad Neza, la cual concentra a aproximadamente el 10% del padrón electoral del Estado de México.
Pero también dicha política ha resultado fatal para el PRD ya que sus dirigentes lo han hecho cómplice y vehículo para que en los estados en los que las alianzas electorales con el PAN (abiertas o encubiertas como fue en este último caso en Guerrero por medio de la declinación de última hora del candidato panista en favor del PRD) han triunfado, los representantes de intereses antagónicos a los de los trabajadores lleguen o se mantengan en el poder: en Sinaloa el priísta Malova ha integrado su gabinete plagado de panistas y priístas; en Puebla se instaló al frente del gobierno un panista, Moreno Valle, y agente directo de la mafiosa Elba Esther Gordillo; en Oaxaca, Gabino Cué, fuertemente comprometido con panistas y cinco ex gobernadores priístas de éste estado, además de con Elba Esther, se vio obligado a instalar un gabinete conformado por elementos que a la primera oportunidad que tuvieron no dudaron en mostrar su verdadero rostro y a la clase de intereses que responden lanzando una feroz acción represiva contra el magisterio democrático de la sección 22 que el 15 de febrero se movilizó para repudiar la vista de Calderón a la capital de dicha entidad.
El único camino para revertir el costo que ya está pagando el PRD por esta clase de gobiernos emanados de las alianzas electorales con el PAN es rompiendo con ellos y llamando a movilizarse contra sus políticas.
La derecha perredista en su política de colaboración con el régimen ha llevado muy lejos al partido, siendo ello ahora un factor de crisis y de potencial ruptura del PRD. Sin embargo, mirando esta problemática desde otro ángulo, ésta se presenta como una nueva oportunidad para lanzar una ofensiva contra los chuchos para revertir el giro a la derecha del partido, para ello una condición es la de que AMLO y Encinas se apoyen en la base de militantes del PRD y de Morena.
Ni un gramo de confianza en la derecha del partido
No se puede desperdiciar nuevamente una oportunidad más; en el pasado ya AMLO ha tenido frente a sí importantes oportunidades para derrotar aplastantemente a los chuchos y demás enemigos que de entre las propias filas del movimiento se han dedicado a obstaculizar a éste último. En 2008 Encinas contendió al frente de Izquierda Unida contra Jesús Ortega por la dirección nacional del PRD y, ante el triunfo del primero, el tribunal electoral y Calderón se vieron obligados a intervenir para imponer un fraude electoral a favor del dirigente de derecha, provocando la ira y la determinación de la base del partido para deshacerse de una vez por todas de la dirección reaccionaria. En estas condiciones AMLO debió haber llamado a luchar para expulsar a los chuchos, la oportunidad era la mejor para lograr ese resultado, pero no lo hizo y por el contrario retrocedió. Esta clase de errores no se pueden cometer nuevamente.
Otro tipo de error que se no se debe repetir es el caso de Camacho Solís, ex priísta del gobierno de Salinas y actual dirigente del Diálogo para la Reconstrucción de México (Dia), quien se encumbró apoyado por AMLO y que ahora ha aprovechado su posición para transformarse en todo un ariete de impulso de las alianzas con el PAN; Camacho Solís, quien también trabaja fuerte para que AMLO sea desplazado por Marcelo Ebrard de la candidatura del PRD, también esta maquilando y haciendo amarres para que el PRD asista en alianza con el PAN en las presidenciales del 2012. Este tipo de errores siempre terminan pagándolos los trabajadores y sus luchas, es por ello que se tiene que poner un alto total a esa clase de política tolerada por AMLO que ha permitido que sujetos como Camacho Solís se infiltren en el movimiento de masas con la intención de confundirlo y descarrilarlo. La lucha contra la derecha del PRD pasa también por la expulsión de Camacho del DIA y del movimiento de masas.
¡Fuera los chuchos del partido, por una corriente socialista a lo interno del PRD!
Una de las principales tareas de las bases del PRD y del Morena será la de expulsar a los chuchos del partido. Estamos a tiempo todavía de dar la batalla a lo interno del partido para eliminar al ala de derechas y utilizar al PRD como un instrumento político en el que participen las masas trabajadoras y mediante el cual se lance una campaña con fuerza rumbo a 2012.
Todo ello será posible únicamente con la condición de que los trabajadores, campesinos y jóvenes explotados del PRD así como del Morena luchemos por conformar una corriente verdadera de izquierda a lo interno del partido.
La conformación de una corriente socialista, que defienda un programa de lucha claro y que aglutine no sólo a los militantes del PRD y del Morena, sino también a los sindicatos, a los campesinos y a las demás clases explotadas, será la única garantía para que la izquierda llegue unida hacia el 2012, pero además, lo más importante, que defienda una política de acuerdo a los intereses de la clase trabajadora, que adopte como política transformar al partido en una organización democrática, combativa y con un programa que rompa totalmente con la burguesía.
Como hemos explicado en nuestro artículo sobre la represión en Oaxaca, una tarea de esa corriente sería la de impulsar la integración de los comités de base y lanzar medidas que permitan su acción coordinada con los comités del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), además de trabajar con energía para vincular al PRD con los sindicatos y la lucha sindical; todos ellos (PRD, Morena y sindicatos) actuando como un sólo hombre, impulsando movilizaciones y organizando huelgas generales para luchar por derrocar a Calderón y frenar su política antipopular.
Otra de las medidas inmediatas que tanto las bases del PRD como del Morena debemos adoptar es la de pronunciarnos en contra de las alianzas, en primer lugar rechazando la consulta para el Edomex y por otro lado desconociendo todas las alianzas impulsadas por el ala de derechas del partido. Debemos romper con la dirección actual del PRD y lanzar una lucha de fondo para rescatar al PRD. Algunas corrientes cercanas a AMLO han planteado que será en abril cuando darán la batalla por el partido, sin embargo no debemos esperar hasta abril, debemos actuar y debemos hacerlo ya.
Tanto Obrador como Encinas y el G8 tienen que adoptar esta política y ser consecuentes con el discurso que promueven. Incluso si el objetivo de estos dirigentes es conformar un nuevo partido de izquierda, para que este llamado sea adoptado por el grueso de las bases perredistas y la clase trabajadora en general, es necesario que antes, los dirigentes, den la batalla por recuperar la dirección del PRD y que las masas comprueben hasta dónde este partido ha dejado o no de ser útil cómo una herramienta de lucha, de esta manera no habrá lugar a ambigüedades, ya sea que se logre recuperar al PRD o se forme un nuevo partido de izquierda, la clase trabajadora mantendrá su unidad fundamental, bajo principios de clase.
La viabilidad de un nuevo partido de izquierda estaría en función de que, además de tener un fuerte vínculo con las masas, tenga un programa más avanzado que el del PRD, este deberá ser un programa socialista. De formarse un nuevo partido tendría que adoptar una lucha tenaz contra la burguesía y el capitalismo, adoptando métodos de lucha cómo la huelga general y la vinculación entre la lucha política y sindical. De otra manera un llamado ambiguo y sin mediar una lucha de por medio por rescatar al PRD podría ser un factor de confusión y división para la clase trabajadora.
Aunque AMLO ha hecho un primer acercamiento con los sindicatos y les ha llamado a integrarse, el llamado tiene que ser más enérgico; en primer lugar AMLO debe romper con los empresarios con quienes se ha reunido en múltiples ocasiones y a quienes incluso les ha garantizado que no existirá la expropiación; en segundo lugar, el programa de lucha debe incluir demandas tales como aumento salarial de emergencia, democracia sindical, empleo de calidad para los trabajadores así como seguro social y derecho a la vivienda de calidad, entre otras cosas.
Todos los elementos antes mencionados serán la única garantía para que de cara al 2012 AMLO pueda llegar a la presidencia. Tanto las bases del PRD como del Morena, así como el resto de clases explotadas debemos luchar por una nueva sociedad, una sociedad socialista.
¡¡Únete a Militante y lucha por un programa socialista!!
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