Oaxaca
Luis Javier Garrido
El movimiento popular de Oaxaca está echando por tierra la estrategia de engaño del PAN y de la derecha mexicana para hacer creer que con gobiernos de simulación pueden hacer de entidades donde existe una mayor combatividad social su coto privado, y que en este último año se ha sustentado en las alianzas electorales PAN-PRD” que le permiten al gobierno panista apoderarse de los gobiernos estatales. 1. La manifestación del martes 15 en Oaxaca por el rápido abandono del gobernador Gabino Cué de las políticas a que se comprometió durante su campaña y por la presencia en la entidad con una serie de actos de provocación de Felipe Calderón –considerado desde hace cuatro años como “persona non grata” para el pueblo oaxaqueño–, al ser reprimida tanto por la Policía Federal de Calderón como por los cuerpos policiacos locales, abrió una nueva fase de la lucha del pueblo oaxaqueño y probablemente de la vida del país. 2. La movilización popular de indignación y de protesta, encabezada por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), está volviendo a plantear tras la represión la gravedad de la situación en Oaxaca –y en el país–, ahondada por las políticas depredadoras del gobierno calderonista, y a recordar al mundo que en Oaxaca nada ha cambiado. 3. Gabino Cué quedó desenmascarado desde el 1º de diciembre de 2010 en que asumió el cargo, cuando integró su gobierno atendiendo a sus compromisos con el gobierno federal panista y con diversos grupos de la derecha –como el de Elba Esther Gordillo–, y desechó cualquier posible proyecto democrático, hundiéndose en la retórica panista y neoliberal más vacua, cometiendo un primer error de cálculo al menospreciar a los oaxaqueños, sin darse cuenta de que algunos creían que podía haber iniciado un gobierno que sentara un precedente histórico. El harakiri se lo hizo empero este 15 de febrero al pronunciar ante Calderón uno de los discursos más serviles que se recuerden en la historia política de México, que ofendió profundamente a los oaxaqueños, no tan sólo por los elogios cortesanos que hizo a quien junto con Ulises Ruiz los reprimió durante los años cruciales del conflicto (2006-2007), sino también porque abdicó de su cargo y del principio de la autonomía estatal al asumirse como un empleado de Calderón y evidenciar que no tendrá más proyecto que aquel que le dicten los panistas desde Los Pinos. 4. El gobernador oaxaqueño desconoció con su discurso y con sus actos ese día la naturaleza federal del régimen mexicano, asumiendo que no tiene otra propuesta que la misma del gobierno del PAN, que no oculta su pretensión de ensanchar la vía para que los consorcios trasnacionales prosigan el saqueo de los recursos estratégicos de la entidad, de continuar cancelando los derechos sociales de los mexicanos y sobre todo de privatizar la educación, que para él debe estar en manos privadas. La visita del presidente espurio, que fue una mezcla de irresponsabilidad y de prepotencia, y de la cual Cué es corresponsable, tuvo como acto más importante y simbólico la inauguración de una escuela privada llevando del brazo al empresario Alfredo Harp Helú, con el que pretendió enviar un mensaje a Oaxaca y que resultó un bofetón a los maestros oaxaqueños que durante décadas han luchado por la justicia social y ahora son parte fundamental del movimiento. 5. Tan grave como lo anterior es el hecho de que después de tanta barbaridad, y sin darse cuenta de la pendiente en la que se halla, Cué trate ahora de engañar al país pretendiendo encabezar un “gobierno democrático”, como le dijo a Loret de Mola en Televisa el 16, siendo que: a) llegó al cargo como producto de la alianza entre Calderón y los chuchos del PRD en elecciones en las que los oaxaqueños no tuvieron otra alternativa que la del abstencionismo, b) su gobierno lo integran políticos de los grupos más corruptos de la derecha, incluyendo panistas y miembros del SNTE, c) no tiene más propuesta que la que le dicta Calderón, con lo que no se distingue en nada del gobierno priísta de Ulises Ruiz que le precedió, y d) en nada ha recogido las demandas del pueblo oaxaqueño. Todo lo cual lo confirma en la defensa de su gestión que lleva a cabo en los medios nacionales –que los tiene casi todos a su disposición–, al insistir en hacer suya la demagogia de Los Pinos, como lo hizo al decirle a El Universal del día 17 que el problema de la entidad son los cacicazgos y que él busca “la modernización” del estado. 6. Los locutores y periodistas mexicanos que durante semanas han hecho el elogio de las movilizaciones populares en el norte de África y el Medio Oriente como la vía para el cambio, no hallan ahora cómo negarle a los oaxaqueños el derecho a decidir su destino, pretendiendo ignorar que el problema del estado no lo constituía un hombre (Ulises Ruiz) sino las políticas de un régimen, sin dejar de lado que quien sostuvo y defendió a Ulises Ruiz fue Felipe Calderón y que la represión, entonces como ahora, la sigue decidiendo el gobierno federal. De ahí que insistan, pretendiendo que no entienden lo que acontece, en que es un “lío artificial”, “a propósito de nada”, que “no tiene una bandera”. 7. La manifestación que reunió a decenas de miles el miércoles 16 en la capital oaxaqueña repudiando la represión y demandándole al gobierno de Gabino Cué un cambio de políticas, evidencia que hay un pueblo en pie de lucha que no se deja engañar. Azael Santiago Chepi (secretario general de la sección 22 del SNTE) reiteró que exigen a Cué sus disculpas, pero que piden hechos, por lo que le exigen la renuncia de tres funcionarios, entre éstos dos secretarios generales del gobierno oaxaqueño “que son gente de Elba Esther Gordillo”, y éste hasta ahora no ha atinado más que a culpar al gobierno federal de las acciones represivas que provocaron 28 heridos. 8. El gobierno de Calderón tuvo una mala lectura de los acontecimientos, y creyó que su connivencia durante cuatro años con Ulises Ruiz se habría olvidado al apoyar en las elecciones de 2010 a Gabino Cué y que tendría en 2011 un rostro limpio en Oaxaca y vía libre para ahondar las mismas políticas económica y social que le ha impuesto todo este tiempo a la entidad, y ahora debe afrontar la realidad: en Oaxaca nada ha cambiado, y no se ignora ni su responsabilidad en el desastre social ni el hecho de que se halla al servicio de la derecha trasnacional, como tampoco su corresponsabilidad en la represión. De ahí que ahora esté encendiendo los focos rojos de alerta para el panismo porque hay un pueblo en movimiento. 9. El conflicto de Oaxaca, que no es nuevo sino el mismo, ha terminado además por poner en evidencia a las perversas “alianzas PAN-PRD”, que no buscan un cambio sino consolidar a la extrema derecha en el poder haciendo más fácil la centralización del régimen para imponer las mismas políticas autoritarias, neoliberales y de depredación, pero con gobiernos que quienes las urdieron suponen tienen otra imagen, aunque muy pocos se vayan con la finta. Gabino Cué en Oaxaca, como Rafael Moreno-Valle Rosas en Puebla y Mario López Valdés (alias Malova) en Sinaloa, encabezan administraciones de derecha sometidas al gobierno federal del PAN.
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