/ "Mi hija es testigo de lo que pasó en el campamento de Raúl Reyes, por eso la persiguen", Jorge Morett
Difusión Cencos México D.F., 2 de marzo de 2010
Dos años después de que el gobierno colombiano lograra el golpe militar más importante en su lucha contra las Farc, el costo diplomático del bombardeo al campamento de Raúl Reyes en el Ecuador aún no se salda.
En la cumbre de Cancún de la semana pasada, el presidente ecuatoriano Rafael Correa recordó el episodio y dijo que saber la verdad del bombardeo es fundamental para reestablecer las relaciones con Colombia. También dijo que los cuatro estudiantes mexicanos que murieron en el ataque debían ser vistos como víctimas y no como victimarios: "Si hubieran sido cinco periodistas los que murieron, ¡qué escándalo se habría registrado! Pero como eran cinco estudiantes mexicanos, universitarios, sencillos (...), entonces sí, son guerrilleros que merecen lo que les pasó".
El ataque produjo la muerte de un ciudadano del país vecino y cuatro ciudadanos mexicanos. Una quinta mexicana, Lucía Morett, quedó gravemente herida. Más de 20 personas, de alrededor de 50 que estaban en el campamento, murieron esa madrugada del 1 de marzo.
Desde que se produjo el ataque, el Gobierno de Uribe dijo públicamente que los cinco estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) eran terroristas de las Farc. Afirmaron tener pruebas según la cuales ellos hacían parte del brazo diplomático del grupo guerrillero. Por el repudio que genera las Farc, la opinión pública apoyó la versión a pie juntillas.
Pero ninguno de los procesos judiciales, ni en Ecuador ni en Colombia, han explicado claramente cuál era el nexo entre los mexicanos y las Farc. Tampoco el informe especial que el presidente Correa encargó a una comisión en ese país. Lo que sí está claro es que para la época del ataque, Ecuador se había convertido en el escenario donde las Farc trataban de revivir sus relaciones internacionales. Por el campamento pasaron delegados de varios países, políticos y periodistas. Con la excusa o la propuesta de buscar el mentado intercambio humanitario, Raúl Reyes convirtió su base en Angostura - a 1,8 kilómetros de la frontera con Colombia - en una auténtica embajada.
"El bombardeo de Angostura no solo acabó con la vida de Reyes y su grupo escolta. También rompió en mil pedazos su círculo de colaboradores y simpatizantes, que hoy se han replegado y niegan cualquier relación de apoyo a los irregulares", escribió en el libro 'El juego del camaleón, los secretos de Angostura', el periodista ecuatoriano Arturo Torres. Torres también plantea una hipótesis sobre el papel de los estudiantes, que para febrero de 2008 habían viajado a Quito a un congreso bolivariano, un evento de movimientos sociales, algunos de los cuales tendrían nexos con las Farc: "Los jóvenes eran parte de la Coordinadora Continental Bolivariana y dirigentes del núcleo de apoyo a las Farc en México".
Sobre los cuatro estudiantes muertos - Soren Ulises Avilés Ángeles, Fernando Franco Delgado, Juan González del Castillo y Verónica Natalia Velásquez Ramírez - no hay tanta información. Pero el caso de Lucía Morett, quien después de recuperarse de sus heridas se refugió en Nicaragua y, en diciembre de 2008, regresó a México, es diferente para las autoridades. "Los agentes de Inteligencia están seguros de que la mexicana es una de las cabezas de los contactos internacionales de las Farc", afirma Torres en su libro.
Morett fue solicitada en extradición por Ecuador, petición que fue rechazada ayer por el Estado mexicano, y se le adelanta un proceso judicial similar en Colombia. No obstante, de la documentación entregada por la Corte Nacional de Justicia ecuatoriana para respaldar la solicitud, sólo se puede concluir certeramente que ella estuvo en el campamento de las Farc la noche del bombardeo. Y del proceso colombiano nada se sabe.
La Silla Vacía habló en México con Jorge Morett, padre de Lucía, y Rita del Castillo, madre de Juan González del Castillo, una de las víctimas fatales. Lucía y Juan, además de compañeros de la Unam, fueron novios en la adolescencia. También compartieron el activismo por los movimientos sociales y la simpatía por la insurgencia en Latinoamérica. Lo que aún no está claro es si esa simpatía se convirtió en una adhesión a un grupo guerrillero, considerado como terrorista, o si fue una militancia ingenua y anacrónica. O si fueron las dos cosas al tiempo.
Para Jorge Morett y Rita del Castillo sus hijos no son ni fueron guerrilleros, y llevan dos años en una cruzada para reivindicar ante la justicia sus nombres.
¿Cómo se enteraron ustedes del bombardeo en Angostura y de que sus hijos habían estado ahí?
Jorge Morett: mi esposa y yo vimos en las noticias que habían atacado un campamento de las Farc en Ecuador, pero no le prestamos mayor atención. Y el lunes 3 de marzo, dos días después del ataque, Lucía nos llamó desde un hospital militar en Quito y nos contó lo que había pasado. Inmediatamente viajamos a Ecuador.
Rita de González: nosotros nos enteramos el miércoles 5 por los medios de comunicación. Como habían encontrado el pasaporte de Juan en el campamento, sabían su identidad y lo reportaron como uno de los ciudadanos mexicanos muertos en el ataque. También nos fuimos para Ecuador con mi esposo.
¿Qué vino después?
R.G.: el cuerpo de mi hijo lo recogieron en el campamento tres o cuatro días después del ataque, cuando ya estaba en estado de putrefacción. Tenía una playera azul y estaba en calzoncillos. Por esos objetos y por el pasaporte supimos que era él, pero ni su padre ni yo quisimos reconocerlo directamente.
J.M.: en el hospital militar nos tocó ver a las chicas que habían sobrevivido, tenían las piernas destrozadas. Lucía tenía heridas de esquirlas en todo el cuerpo, y una herida de diez centímetros de profundidad en un glúteo, causada por un pedazo de metal.
Jorge, ¿por qué termina Lucía en un hospital militar ecuatoriano en poder de autoridades ecuatorianas y no en uno colombiano con autoridades colombianas?
J.M.: porque las autoridades colombianas no se la llevaron. Ni el Ejército ni la Policía. Lo que poca gente sabe es que Lucía pasó una noche más en el campamento después del ataque, entre los muertos y los restos.
¿Y cuándo llegaron las autoridades ecuatorianas?
J.M.: al otro día, en la tarde. La noche del bombardeo, Lucía se despertó con los primeras explosiones, más o menos a la medianoche. El siguiente ataque se produjo a las tres de la mañana. Después bajaron unos soldados colombianos de helicópteros artillados, que se llevaron el cuerpo de Reyes y de otra persona, más o menos a la seis de la mañana. Ahí llegó la Policía colombiana, y se quedaron hasta la tarde, cuando se fueron y dejaron a las heridas abandonadas. Finalmente apareció la Policía ecuatoriana.
¿Y por qué cree que no quisieron llevarse a Lucía?
J.M.: en el video ellos [el Ejército colombiano] dicen que ya habían encontrado lo que buscaban, o sea a Raúl Reyes. Una hipótesis es que dejaron a Lucía y dos heridas más para demostrar que habían quedado sobrevivientes del ataque. Otra hipótesis es que las autoridades ecuatorianas se percataron de que había heridos y la llegada de ellos obligó la salida de la Policía colombiana.
¿Ustedes sabían que sus hijos iban a Ecuador al congreso de la Coordinadora Continental Bolivariana y que visitarían el campamento de un grupo guerrillero?
R.G.: Juan nunca nos dijo que iba a visitar ese campamento de las Farc. Simplemente dijo que iba al congreso en Quito, pero la invitación a conocer el campamento se dio cuando ellos estaban allá.
J.M.: el congreso fue un acto público que se llevó a cabo en la casa de la cultura de Quito. Allí les dijeron a varios asistentes que en ese campamento se estaba trabajando en un laboratorio de paz. Dijeron que iban otras personas, y que el lugar era en Ecuador. Por allí pasó mucha gente de muchos países.
¿Pero Lucía es simpatizante de la guerrilla o militante de las Farc?
Los jóvenes que murieron eran 'chavos' valiosos. Eran, al igual que Lucía, inquietos por los problemas de América Latina. Gente de izquierda pero pacífica. En la Unam asistían a la Cátedra Simón Bolívar, tenían un cine club sobre América Latina y seguían con simpatía los procesos en Cuba, Bolivia y Venezuela. Eran activistas, pero no guerrilleros. Lucía estudió literatura dramática y teatro, y su tesis es sobre Colombia. Se llamó, 'Una revolución para el teatro y un teatro para la revolución'.
¿Y Juan era simpatizante de las Farc?
R.G.: mi hijo era activista de muchas causas. No sólo pidió en algún momento por la liberación de 'Simón Trinidad', sino de los profesores de Oaxaca que están presos, y de otros presos en otras partes. Mire, no sé si Juan haya sido simpatizante de la guerrilla, pero no justifica que le hayan hecho eso. Si él estaba haciendo algo ilegal, lo hubieran podido encarcelar, pero no tenían derecho a quitarle la vida.
¿Cuál fue la respuesta de los gobiernos de Ecuador, México y Colombia después de que pasó esto? R.G.: el presidente Rafael Correa vino [a México] el 10 de abril y nos entrevistamos con él. Recuerdo muy bien lo que nos dijo: “Siento mucho no haber podido hacer algo para impedir la muerte de sus hijos”. Él sí nos dio el pésame, pero Felipe Calderón nunca.
J.M.: Álvaro Uribe llegó a México 40 días después del bombardeo a decir que los estudiantes eran terroristas. Y Calderón no dijo nada ni se reunió con nosotros.
¿Y han hablado con el Embajador de Colombia en México?
J.M.: sí, y nos dijo, “el presidente Uribe y Colombia lamentan la muerte de sus hijos, pero tenemos pruebas de que eran terroristas y estaban vinculados a las Farc. Eso se cometió a dos kilómetros de la frontera, en la selva, y no atacamos ninguna población”. También nos dijo que iban a defender cualquier cosa que pusiera en riesgo la seguridad democrática, incluso fuera del territorio nacional [vea la carta que le envió el embajador Luis Camilo Osorio a los familiares].
¿Y ustedes conocen esas pruebas de las que habla el Embajador? Lucía Morett, además, fue solicitada en extradición por el gobierno ecuatoriano.
J.M.: El Embajador no nos dio más información sobre el proceso porque dijo que es reserva del sumario. En el caso de Lucía, se le sigue también un proceso en Ecuador por atentar contra la seguridad nacional, y hay un proceso general por la masacre en el que estamos interviniendo. La justicia ecuatoriana la pidió formalmente en extradición, pero todavía México no ha dicho si acepta. Acá hay una persecución política disfrazada de proceso judicial.
¿Por qué?
J.M.: Lucía es una testigo de excepción de lo que pasó. Por eso la persiguen. Ella oyó cómo el Ejército remataba a los heridos, los oyó decir, “aquí hay uno, ¡denle bala!, ¡denle bala!”. Y fue maltratada, amenazada de muerte y vejada sexualmente por los militares, que prácticamente la desnudaron y al final la dejaron herida y se fueron. Hubo violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos.
Después los militares ecuatorianos la interrogaron sin garantías mínimas, cuando todavía estaba herida. No se le respetó el debido proceso. A nosotros nos ha tocado defendernos en vez de pedir justicia [vea la declaración ante notario que presentó Lucía sobre ese episodio].
¿Quién los ha apoyado financieramente en esto? ¿No los ha contactado las Farc o alguien cercano para ofrecerles respaldo?
J.M.: hemos gastado nuestros ahorros y hemos tenido el apoyo de organizaciones de derechos humanos. Nunca nos ha contactado la guerrilla. Yo soy antropólogo y doy clases de Sociología Rural en la Universidad de Chapingo. También nos apoyó el sindicato en algún momento.
¿Han tratado de hablar con el presidente Uribe recientemente?
R.G.: no soportaría tenerlo en frente. Si lo tuviera a cinco metros le aventaría el zapato a la cara.
Publicado originalmente el 1 de marzo de 2010 en http://www.lasillavacia.com/historia/7077
Información difundida por el Área de Comunicaicón y Visibilidad de Cencos
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