viernes, 24 de abril de 2009
Carta de Ignacio del Valle en el 10 aniversario de la Huelga de la UNAM
(Carta de Ignacio Del Valle, desde el penal de máxima seguridad de El Altiplano, para los estudiantes Universitarios, por el décimo aniversario del inicio de
la Huelga en
la UNAM, leida en el Zócalo capitalino, al finalizar la marcha del pasado 20 de abril.)
Al pueblo de México
A todos los pueblos del mundo
Hermanos todos, hombres y mujeres, de todas las edades, de todos los colores
Hoy, a 10 años del estallamiento de la huelga estudiantil, a 3650 días de aquella batalla por defender la educación de los que menos tienen, a 41 años de ese 2 de octubre del 68, a 90 años del asesinato de Zapata el 10 de abril de 1919, a 99 años de la revolución y a casi 200 años de la independencia; nos pasaríamos deteniendo cada día, cada segundo de estos tiempos para no olvidar y tener presente que la lucha sigue, que lo único que cambia son los escenarios y que invariablemente esa lucha ha sido en busca de justicia y libertad para la gran mayoría llamada pueblo a lo largo y ancho de esta tierra nuestra.
Y en cada tiempo y en cada lugar y gremio nos une ese grito que se vuelve el himno de los pobres, el “ya basta” que debemos fusionar con el “no están solos”, con el “todos juntos” y el “resistir luchando”. “Ni perdón ni olvido”, no más desaparecidos, no más persecución ni encierro a nuestra gente. Así nos lo enseñaron nuestras abuelas.
Tenemos motivos suficientes para seguir la lucha. Ellos se adueñan de todo y controlan el derecho de los pueblos, forman ejércitos represores del pueblo y sistemas legaloides que empañan la verdad rodeándose de hipócritas lambiscones que traicionan a su pueblo por migajas para defender los intereses de sus amos, los dueños del dinero.
Y en la escuela también se enquistan.
La escuela, lugar donde el individuo se despoja de tinieblas y se nutre de luz tomando de la historia la verdad para cambiar su conciencia, y se vuelve fuerte y le nacen alas. Con su vuelo, el estudiante rompe brumas, convida luz a sus hermanos, a su pueblo, y se vuelve digno cuando en su mirada transparente y limpia nos ofrece la verdad. Con su ejemplo brilla la esperanza y nos convoca a seguir la marcha, a juntar nuestras voces y nuestros puños, nuestros miedos y nuestros sueños, nuestra rabia. A juntar todo esto en caudales de esperanza libertaria que a su paso formará trincheras de combate hombro a hombro con su pueblo, con el corazón en explosión de amor por sus hermanos.
Y cantando “Venceremos”, pintan la piel de mi ciudad de color rebelde y combativo, haciendo campamentos en sus montañas de concreto, atrincherados en sus casas de cartón, armados siempre de panfletos, y en comandos especiales asaltan nuestra indiferencia, hiriendo nuestra vanidad y matando con amor nuestra soberbia.
Yo los declaro culpables y pongo de testigo a los pobres, a los obreros en huelga, a los desplazados, a los masacrados, a los perseguidos, a los migrantes y desempleados, a las mujeres que contagian la digna rabia, a los sin rostro, a mi raza de indios despreciados, a los revoltosos macheteros que no se dejan robar la tierra. Yo exijo se les aplique la pena máxima: cadena perpetua en el corazón de nuestro pueblo y extradicción a todos los pueblos de esta América nuestra, y que cada corazón que lucha los declare como personas muy gratas. Que respondan por los mitotes del pasado y, si es posible, por los mitotes que cometerán en el futuro.
Que la suprema bola de farsantes atraiga el caso, pero que meta en él a Agustín Carstens, el de hacienda, (al que claro que le creemos que con él sí se nos quitaría el hambre), aderezado con gobernadores marinados en represión y muerte, o en su jugo Peña Nieto, adobado de asesino, y como cereza del platillo, el espurio Calderón.
Sí, a ustedes me refiero, a ustedes que luchan siempre, por sus enseñanzas de fraternidad y de aliento al dolor, por no pedir permiso para mirar al sol, por dar un paso al frente para no rendirse nunca, por enseñarnos que la vida vuelve cuando nos mata la mentira y la maldad. Por mostrarnos los caminos para caminar unidos, por enseñarnos a sumarnos restando a los traidores, por mostrar que valen más dos enteros decididos que cien fraccionados de soberbia e indiferencia, por enseñarnos lo que significa calidad y cantidad.
Que el miedo es lo que desconocemos y son tinieblas que nos impiden mirar que sí es posible dar un paso más, y que el saber no nos obliga a acumular riquezas para someter a otros, que el saber le pertenece a todos los hombres y mujeres y que el saber nos puede limpiar de impurezas cuando se aplica en ayudar a los demás.
Que el saber ha sido utilizado a conveniencia de los ricos que ostentan el poder mal habido del sudor y sangre del pueblo, del miedo por castigos inmorales de muerte para acallar a quienes alzan su voz con la verdad y escriben con su sangre el futuro inevitable en el que les arrancaremos de sus manos sucias y cobardes lo que pertenece al pueblo: ¡lo que pertenece al pueblo volverá al pueblo!
Así lo aprendí de ti camarada, compañero, estudiante, maestro. Así lo aprendí de ustedes CEGEACHEROS. ¡Nunca más un movimiento aislado!, ¡educación para todos!, ¡educación para el pueblo!
Porque en todo luchador existe un puma en su corazón. ¡2 de octubre no se olvida! ¡20 de abril no se olvida! ¡Aquí, allá, la lucha seguirá!
Donde quiera que nos encontremos, hacer trinchera es nuestra obligación.
¡¡Viva la lucha estudiantil!! ¡¡Vivan los caídos!!
¡¡Ni perdón, ni olvido!! ¡¡Que vivan los estudiantes!! Gracias por su ejemplo.
Quien los quiere y admira por siempre,
por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra,
Ignacio del Valle.
20 de abril de 2009
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