Las elecciones de 2012 están siendo las primeras en la historia política de México en las que las cúpulas del poder, sin ningún recato, están abiertamente solicitando el apoyo de los poderes trasnacionales y del gobierno de Estados Unidos para imponerle un presidente a México.
1. El gobierno estadunidense ha buscado de manera sistemática, aunque no siempre con éxito, influir en las sucesiones mexicanas: en los años del predominio del PRI (1946-1994), tratando de que saliera como candidato el más afín a sus intereses, en 2000 doblegando (sin mucha dificultad) a Zedillo para que entregase la presidencia al PAN, y en 2006 respaldando a Calderón en su empresa de apoderarse ilegalmente de la silla presidencial avalando el fraude y “reconociéndolo” aun antes del fallo judicial, pero nunca antes el titular en turno del Poder Ejecutivo (aun sea de facto) había solicitado su intervención, como ahora parece ser el caso, sobre todo tras el último viaje de éste.
2. El otoño de 2011 está marcado hasta ahora por el fracaso de Felipe Calderón a) para impedir que Andrés Manuel López Obrador sea el candidato presidencial de una coalición de fuerzas populares y en su lugar se postule a Marcelo Ebrard (jefe de Gobierno capitalino), que es su gallo para fungir como un candidato testimonial de acomodo con el panismo, pero también para que b) el PRI, Salinas y Televisa no postulen a Enrique Peña Nieto (el ex gobernador mexiquense) y lancen en su lugar como candidato a otro comparsa dispuesto a perder: el senador Manlio Fabio Beltrones, todo lo cual es necesario para que pueda él imponer en la silla presidencial a su delfín: Ernesto Cordero, ex titular de Hacienda.
3. La única alternativa que le queda a los panistas calderonianos es por lo mismo la de solicitar el pleno apoyo de la administración Obama para tratar de imponer sus designios mediante una serie de manipulaciones, y eso es al parecer lo que se está fraguando, con un costo enorme para el país.
4. La sucesión de 2012 abre así, por las políticas antinacionales de Calderón, las condiciones para un mayor intervencionismo de Washington. En un debate en vistas a la investidura republicana de 2012, siete de los ocho aspirantes (todos, por cierto, del Tea Party) se manifestaron enérgicamente por concluir el muro entre los dos países (El País, 13 de agosto); la mayoría republicana en la Cámara baja urgió poco después al gobierno de Obama a sustituir la Iniciativa Mérida por un más claro plan de contrainsurgencia, argumentando que los cárteles constituyen “una insurgencia” y las políticas de Washington no atacan seriamente el reto de la seguridad nacional estadunidense (Reforma, 14 de septiembre), y ese mismo día, tras presentar sus cartas credenciales, el nuevo embajador Anthony Wayne se pronunció por una unión de los cuerpos de seguridad de ambos países, como en Afganistán.
5. La pretensión del equipo de Calderón –y de otros grupos económicos y políticos– de que el gobierno de Estados Unidos decida la sucesión en México está destinada al fracaso por varios motivos, y el primero de ellos es porque el pueblo de México no va a permitir una imposición desde el exterior. Los poderes económicos y el gobierno estadunidense pueden influir con presiones y manipulaciones sobre las candidaturas de los partidos y el curso del proceso electoral, sobre todo al tener a los medios bajo su control, pero es muy difícil que logren una imposición por la fuerza. No pudieron hacerlo recientemente en Bolivia, en Brasil o en Perú, no van a poder hacerlo en Argentina, ni el próximo año en Venezuela, como tampoco en México.
6. El segundo motivo del probable fracaso de Calderón ante la administración Obama para que lo ayude a imponer a Cordero en Los Pinos es que para Washington el gobierno panista ha constituido un estrepitoso fracaso aun en función de sus intereses, y en consecuencia el principal argumento calderonista de que el ex secretario de Hacienda va a ser tan entreguista como el michoacano no basta. Las reuniones secretas del Council on Foreign Relations donde se han fraguado y pactado buena parte de las políticas para “integrar la Comunidad Norteamericana”, entregando el control de México a las agencias estadunidenses y aceptando sin restricciones el saqueo de la nación, y en las que los enviados calderonistas se han ido de bruces aceptándolo todo, fueron en su origen promovidas por el priísta salinista Pedro Aspe, y participa en ellas incluso un enviado del neocardenismo, Carlos Heredia, por lo que no son patrimonio panista.
7. La tercera explicación del anunciado fracaso de Calderón en su nueva aventura entreguista viene del cada vez más evidente declive del poder imperial estadunidense, como se ve en Afganistán, donde está yéndose a pique la estrategia en cuya elaboración participó Wayne. El proyecto de hacer de nuestro país “un protectorado”, implícito en la Iniciativa Mérida, está fracasando a su vez al no poder las agencias de Washington controlar el territorio nacional, de ahí su ofuscación ante la realidad del Ejército Mexicano y de los cuerpos de la Marina, a los que han subordinado y que por muy adiestrados por ellos no les satisfacen, por lo que ahora buscan crear “una policía confiable” para sus designios, es decir estadunidense, según lo reiteró también Gil Kerlikowske, su zar antidrogas (La Jornada, 9 de septiembre), lo que resulta inviable históricamente.
8. La intervención patética de Felipe Calderón en Naciones Unidas el miércoles 21, pretendiendo disimular que él es el principal responsable de las cerca de 50 mil víctimas de las políticas de violencia que instauró y está intensificando conforme a las instrucciones de Washington, tratando ahora de culpar a la comunidad internacional y a funcionarios estadunidenses de lo que acontece y de sus propias acciones delictivas (de las que con toda seguridad será acusado el sexenio próximo) y clamando a la vez por una solución global, no le redituará en términos políticos sino negativamente, por el desprestigio que arrastra y del cual no parece estar consciente, ni siquiera cuando se exhibe hablando en un pésimo inglés que causa azoro.
9. El gobierno estadunidense busca imponer este nuevo viraje a sus políticas con la aceptación de lo que queda de la administración de facto de Calderón, y con un mínimo de consenso de las clases dominantes, y así se ha buscado hacer popular entre los niños de la alta burguesía panista este proyecto de crear un cuerpo policiaco en México controlado por Washington. De ahí el recurso a los videojuegos (políticos), el último de los cuales fue lanzado en junio mostrando a un comando estadunidense ingresar en territorio mexicano, con el supuesto aplauso de la población, para aprehender a un poderoso capo.
10. El proceso electoral está siendo, como se ve aun antes de empezar formalmente, un escenario en el que lo que está en juego es el destino mismo de la nación, y el grito de “ya basta” no resulta suficiente para oponerse a las tropelías entreguistas de la burocracia gobernante, por lo que se abre al pueblo mexicano la necesidad de una lucha de resistencia mucho más agresiva si ha de perdurar México como un país libre y soberano.
Las elecciones de 2012 están siendo las primeras en la historia política de México en las que las cúpulas del poder, sin ningún recato, están abiertamente solicitando el apoyo de los poderes trasnacionales y del gobierno de Estados Unidos para imponerle un presidente a México.
1. El gobierno estadunidense ha buscado de manera sistemática, aunque no siempre con éxito, influir en las sucesiones mexicanas: en los años del predominio del PRI (1946-1994), tratando de que saliera como candidato el más afín a sus intereses, en 2000 doblegando (sin mucha dificultad) a Zedillo para que entregase la presidencia al PAN, y en 2006 respaldando a Calderón en su empresa de apoderarse ilegalmente de la silla presidencial avalando el fraude y “reconociéndolo” aun antes del fallo judicial, pero nunca antes el titular en turno del Poder Ejecutivo (aun sea de facto) había solicitado su intervención, como ahora parece ser el caso, sobre todo tras el último viaje de éste.
2. El otoño de 2011 está marcado hasta ahora por el fracaso de Felipe Calderón a) para impedir que Andrés Manuel López Obrador sea el candidato presidencial de una coalición de fuerzas populares y en su lugar se postule a Marcelo Ebrard (jefe de Gobierno capitalino), que es su gallo para fungir como un candidato testimonial de acomodo con el panismo, pero también para que b) el PRI, Salinas y Televisa no postulen a Enrique Peña Nieto (el ex gobernador mexiquense) y lancen en su lugar como candidato a otro comparsa dispuesto a perder: el senador Manlio Fabio Beltrones, todo lo cual es necesario para que pueda él imponer en la silla presidencial a su delfín: Ernesto Cordero, ex titular de Hacienda.
3. La única alternativa que le queda a los panistas calderonianos es por lo mismo la de solicitar el pleno apoyo de la administración Obama para tratar de imponer sus designios mediante una serie de manipulaciones, y eso es al parecer lo que se está fraguando, con un costo enorme para el país.
4. La sucesión de 2012 abre así, por las políticas antinacionales de Calderón, las condiciones para un mayor intervencionismo de Washington. En un debate en vistas a la investidura republicana de 2012, siete de los ocho aspirantes (todos, por cierto, del Tea Party) se manifestaron enérgicamente por concluir el muro entre los dos países (El País, 13 de agosto); la mayoría republicana en la Cámara baja urgió poco después al gobierno de Obama a sustituir la Iniciativa Mérida por un más claro plan de contrainsurgencia, argumentando que los cárteles constituyen “una insurgencia” y las políticas de Washington no atacan seriamente el reto de la seguridad nacional estadunidense (Reforma, 14 de septiembre), y ese mismo día, tras presentar sus cartas credenciales, el nuevo embajador Anthony Wayne se pronunció por una unión de los cuerpos de seguridad de ambos países, como en Afganistán.
5. La pretensión del equipo de Calderón –y de otros grupos económicos y políticos– de que el gobierno de Estados Unidos decida la sucesión en México está destinada al fracaso por varios motivos, y el primero de ellos es porque el pueblo de México no va a permitir una imposición desde el exterior. Los poderes económicos y el gobierno estadunidense pueden influir con presiones y manipulaciones sobre las candidaturas de los partidos y el curso del proceso electoral, sobre todo al tener a los medios bajo su control, pero es muy difícil que logren una imposición por la fuerza. No pudieron hacerlo recientemente en Bolivia, en Brasil o en Perú, no van a poder hacerlo en Argentina, ni el próximo año en Venezuela, como tampoco en México.
6. El segundo motivo del probable fracaso de Calderón ante la administración Obama para que lo ayude a imponer a Cordero en Los Pinos es que para Washington el gobierno panista ha constituido un estrepitoso fracaso aun en función de sus intereses, y en consecuencia el principal argumento calderonista de que el ex secretario de Hacienda va a ser tan entreguista como el michoacano no basta. Las reuniones secretas del Council on Foreign Relations donde se han fraguado y pactado buena parte de las políticas para “integrar la Comunidad Norteamericana”, entregando el control de México a las agencias estadunidenses y aceptando sin restricciones el saqueo de la nación, y en las que los enviados calderonistas se han ido de bruces aceptándolo todo, fueron en su origen promovidas por el priísta salinista Pedro Aspe, y participa en ellas incluso un enviado del neocardenismo, Carlos Heredia, por lo que no son patrimonio panista.
7. La tercera explicación del anunciado fracaso de Calderón en su nueva aventura entreguista viene del cada vez más evidente declive del poder imperial estadunidense, como se ve en Afganistán, donde está yéndose a pique la estrategia en cuya elaboración participó Wayne. El proyecto de hacer de nuestro país “un protectorado”, implícito en la Iniciativa Mérida, está fracasando a su vez al no poder las agencias de Washington controlar el territorio nacional, de ahí su ofuscación ante la realidad del Ejército Mexicano y de los cuerpos de la Marina, a los que han subordinado y que por muy adiestrados por ellos no les satisfacen, por lo que ahora buscan crear “una policía confiable” para sus designios, es decir estadunidense, según lo reiteró también Gil Kerlikowske, su zar antidrogas (La Jornada, 9 de septiembre), lo que resulta inviable históricamente.
8. La intervención patética de Felipe Calderón en Naciones Unidas el miércoles 21, pretendiendo disimular que él es el principal responsable de las cerca de 50 mil víctimas de las políticas de violencia que instauró y está intensificando conforme a las instrucciones de Washington, tratando ahora de culpar a la comunidad internacional y a funcionarios estadunidenses de lo que acontece y de sus propias acciones delictivas (de las que con toda seguridad será acusado el sexenio próximo) y clamando a la vez por una solución global, no le redituará en términos políticos sino negativamente, por el desprestigio que arrastra y del cual no parece estar consciente, ni siquiera cuando se exhibe hablando en un pésimo inglés que causa azoro.
9. El gobierno estadunidense busca imponer este nuevo viraje a sus políticas con la aceptación de lo que queda de la administración de facto de Calderón, y con un mínimo de consenso de las clases dominantes, y así se ha buscado hacer popular entre los niños de la alta burguesía panista este proyecto de crear un cuerpo policiaco en México controlado por Washington. De ahí el recurso a los videojuegos (políticos), el último de los cuales fue lanzado en junio mostrando a un comando estadunidense ingresar en territorio mexicano, con el supuesto aplauso de la población, para aprehender a un poderoso capo.
10. El proceso electoral está siendo, como se ve aun antes de empezar formalmente, un escenario en el que lo que está en juego es el destino mismo de la nación, y el grito de “ya basta” no resulta suficiente para oponerse a las tropelías entreguistas de la burocracia gobernante, por lo que se abre al pueblo mexicano la necesidad de una lucha de resistencia mucho más agresiva si ha de perdurar México como un país libre y soberano.
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